Por Iván Alonso

Un rasgo que, entre muchos otros, distinguirá a la sociedad socialista de la actual, será su mayor productividad. No encontraremos ahí gente improductiva como hoy son los burgueses y la muchedumbre de parásitos que en torno a ellos surgen. Además, no será más productiva sólo porque generará una sobre abundancia de medios de subsistencia, sino por la actitud de sus miembros hacia el trabajo.

 

 

     Hoy mismo podemos apreciar una clara diferencia entre una personalidad típica del capitalismo (acumulativa, individualista) y una propia del socialismo (cooperativa, productiva). La primera se preocupa por poseer, sin importarle los demás ni cómo se produce lo que posee; la segunda piensa en colectivo, entiende que su suerte está atada a la del grupo y lucha por él. Una persona cooperativa, con conciencia social, necesariamente es productiva, pues asume que una sociedad se sostiene por el esfuerzo de sus miembros en la producción; además, como es una persona optimista que ama la vida, es creativa y encuentra placer en transformar la realidad y ayudar a otros. Una persona individualista es necesariamente acumulativa; sólo piensa en sí misma, no le interesa el futuro más allá de su propia vida y a veces ni eso; acumula porque padece una inseguridad crónica, porque le han impuesto la idea de que poseer es igual a ser, es decir, porque se realiza poseyendo. Una persona así es necesariamente improductiva, pues no moverá un dedo si no es bajo la promesa de poseer más; es una persona que bajo condiciones capitalistas de competencia y libre enriquecimiento puede parecer incluso muy productiva, pero que su motivación para serlo es artificial, no lo hace por el gusto de trabajar, sino por el de poseer. 

 

     En la sociedad capitalista burgueses y proletarios ven al trabajo como una condena de la que hay que librarse lo antes posible. Esta percepción tiene sentido en un ambiente donde el trabajo trae toda clase de calamidades; donde el obrero no vive, trabaja; donde tener trabajo es sinónimo de estar enajenado, de vivir para otro; donde el que trabaja no se educa y el que se educa lo hace para no trabajar. En nuestra sociedad “trabajo” es sinónimo de “rutina”, “cansancio”, “sometimiento”.

     Pero en la nueva sociedad que queremos construir el trabajo será un privilegio que pocos querrán perderse; de ahí que aquella será una sociedad más productiva. El trabajo será el espacio donde poder contribuir al mejoramiento de la sociedad, lo cual es de suma importancia para una persona cooperativa. Será un espacio de convivencia, de crecimiento personal y de constante aprendizaje. Será el ambiente más propicio para desarrollarse. En la nueva sociedad no importará cuánto se trabaja, pues muchos preferirán el trabajo a otras actividades, sino el ser productivos. El artista, el científico, el escritor, irán a la fábrica para distraerse de su trabajo creador (considerado tan productivo como el que más) y en ella encontrarán nueva inspiración para su arte y nuevos problemas para su ciencia. Estos hombres y mujeres del futuro voltearán a vernos y les sorprenderá pensar que trabajábamos sin amar nuestro trabajo. Les sorprenderá porque no estarán, como nosotros, sometidos a la necesidad. Conocedores del hambre sólo por algún descuido ocasional, les será difícil comprender que fuera nuestra principal motivación. A ellos los moverá la alegría por descubrir, la pasión por crear, la maravilla de transformar, el deleite de compartir.

 

     Volviendo al presente y a nuestras circunstancias. Ante un porvenir tan luminoso y tan distinto a lo que vivimos necesariamente surge la pregunta: ¿Y cómo es que llegaremos a esa realidad que parece tan distante de nuestra condición actual? La única respuesta que viene a mi mente es esta: Trabajando.

 

     Pero trabajando de tal forma que nuestro trabajo sirva de base, de preámbulo a esa sociedad que queremos construir. Trabajar en producir, cambiar, crear, organizar, cooperar, enseñar, aprender. Es decir, trabajar en transformar.

     Trabajando, pero no sólo en lo político; no sólo en lo teórico; no sólo en la marcha, en el mitin, en el periódico. Hace falta que también vayamos experimentando la nueva forma de producción que queremos proponer a los trabajadores. Encuentro dos razones importantes para tal afirmación:

Primera. Porque hemos de aprender cómo será de hecho ese mundo nuevo; necesitamos generar nuestros medios de producción para que los grupos de compañeros que se vayan sumando a esa tarea comiencen a vivir en carne propia la experiencia y la alegría de transformar la realidad por medio de su trabajo, en un medio de producción libre, que no enriquezca a un burgués sino que traiga un beneficio para toda la sociedad; necesitamos formar camaradas que sean productivos en todos los aspectos de la vida; que adquieran la disciplina de entregar tal cantidad de horas de trabajo diario a su organización, la disciplina de llevar un control de la producción, de distribuirse el trabajo, de llevar una vida frugal y con equilibrio entre trabajo, esparcimiento, descanso, militancia.

Segunda. Porque, como enseña la historia del desarrollo de los modos de producción, el paso de una forma económica social a la que debe sustituirle no se da debida a factores exclusivamente políticos; la burguesía dio la batalla política sólo cuando ya tenía la batalla económica ganada; estos cambios son multifactoriales y, del mismo modo en que las ciudades, los talleres de manufactura y las ferias, en la Europa medieval, eran ya gérmenes de la nueva sociedad, así también nosotros debemos plantar semillas de lo nuevo, pequeños centros de producción donde prevalezcan las condiciones que deseamos se extiendan: la cooperación, la justa distribución, la planeación en base a las necesidades sociales, el pensar en colectivo, la democracia en la dirección del centro de trabajo, etc. Hay que construir lo nuevo a la vez que se va destruyendo lo viejo.

     Por otro lado, el lanzamiento de estos proyectos de auto-producción no se contrapone a la idea de que debemos buscar que los trabajadores arranquen de las manos del burgués las empresas donde ya laboran; al contrario, estos proyectos pueden servir como un primer impulso para aquello, como una forma de demostrar que sí se puede hacer y, por otro lado, nuestros centros de trabajo pueden servir como un campo de entrenamiento para los obreros que después intentarán organizar la toma de los medios de producción desde adentro de las fábricas. Por eso, de realizarse este trabajo, no tendrá ningún sentido si al mismo tiempo no estamos haciendo trabajo político con obreros; sería como dejar nuestras prioridades de lado por una cuestión meramente económica: un cooperativismo y nada más.

     Debemos tener siempre en claro que la función de una organización como la nuestra es generar conciencia y más organización. Nosotros debemos desarrollar las condiciones subjetivas para la revolución. Los proyectos productivos serán valiosos en la medida en que nos ayuden a desarrollar estas condiciones, es decir, en la medida en que generen mayor disciplina, que ofrezcan mejores posibilidades para la organización y hagan patente la posibilidad de construir al margen de la burguesía y sus instituciones.    

     Finalmente, aunque no menos importante. A todos nos consta que la lucha política es costosa, sobre todo para organizaciones que, como la nuestra, han decidido hacer su lucha al margen del sistema político burgués. Si estos proyectos logran prosperar pueden ser la fuente de los recursos que nuestra lucha política exige. Que extraordinario sería alcanzar la solvencia para tener a un buen grupo de cuadros trabajando de tiempo completo en su organización, sin preocuparse de qué comerán esa misma tarde. Esto, por supuesto, ha de lograrse a largo plazo.

     Ser productivos, estar dispuestos a ganar el pan con nuestro propio trabajo, estar siempre activos, contentarnos con llevar la vida del obrero, amar y respetar nuestro trabajo como el de los demás. ¿Qué mejores señales de empatía hacia los trabajadores? ¿Se puede estar más cerca de alguien que en el trabajo? ¿Se puede esperar prueba más clara de la diferencia entre la política de arriba y la de abajo?

     Costará un esfuerzo enorme, casi sobre humano: será, pues, una tarea digna de comunistas.

antistenescinico@gmail.com

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