Secretaría de Formación.
La tarea de la juventud, como bien dice Lenin, es aprender. Nuestra organización, atendiendo a esta verdad, es más bien una escuela; una escuela de revolucionarios.
A partir de la reforma de nuestro plan de formación política se han ido acumulando propuestas de textos y videos que es necesario añadir. Todas estas propuestas, sin excepción, me han parecido muy buenas, pero la cantidad de las mismas nos lleva a plantearnos el problema de qué contenidos mantener y cuales quitar. Otra opción sería incluir todo, lo que traería el inconveniente de terminar con un plan de formación muy extenso en las partes que en un principio se pensaron como meramente introductorias.
Subyacente al problema de la cantidad de materiales propuestos (problema contrario al que se tuvo al crear la primera versión), se encuentra la idea de que los contenidos que maneje nuestro plan de formación es lo más importante del propio plan.
Los contenidos son sin duda importantes, pero me parece que lo esencial en los estudios es la forma. La educación, en general, causa más impacto en los estudiantes por los hábitos y actitudes que crea en ellos que por los contenidos. Así, en nuestros estudios, debemos preocuparnos más por las formas que por los contenidos. La convivencia, la disciplina de estar puntuales y habiendo leído el texto, el respeto a las opiniones de los camaradas, la actitud reflexiva, la colectivización del saber. Lo importante de los estudios es ir desarrollando en los militantes estos hábitos. Dominar el marxismo-leninismo es una tarea ardua, de años; nuestros estudios son a caso una introducción, pero no tenemos el objetivo de volvernos expertos en filosofía, economía o teoría política. El objetivo es desarrollar las actitudes y hábitos de estudio que hagan a nuestros militante tener una comprensión cada vez mejor de la teoría revolucionaria para que logren una comprensión general de nuestras ideas y, en el futuro, puedan convertirse en cuadros teóricos de lucha; en gente que analice, comprenda, escriba, debata, comparta, y no en intelectuales egoístas.
El contenido es sin duda importante, pero antes de preocuparnos tanto por el contenido hay que preocuparnos por que en los estudios se analicen los textos, se discutan, se cuide la puntualidad, se fomente la escucha respetuosa, se fomente el compañerismo, se socialice. Estas acciones por sí mismas son valiosas. Si en el estudio se habla de las ideas contenidas en los textos no es necesaria más evaluación que esa; si el camarada estuvo puntual, leyó el texto, trae sus apuntes, aportó ideas a la discusión, resolvió dudas de otros camaradas o planteó las suyas ¿Qué más evaluación se requiere? Aquí la evaluación es simultánea al proceso de aprendizaje; la retroalimentación se da en el mismo estudio o cuando el camarada tiene que guiar el estudio con otros compañeros más nuevos. La cantidad de conocimientos que el camarada logró no debe preocuparnos mucho; lo importante es que estuvo ahí y que en la discusión quedó de manifiesto que el conocimiento es útil en la lucha. Qué interesa si el camarada puede presentar esquemáticamente los principios del centralismo democrático o memorizar fechas de revoluciones. La evaluación suele servir más para calmar la inseguridad del profesor, para mostrarle que los niños se van sometiendo a sus parámetros y para que la sociedad satisfaga su ilusión de orden y progreso, pero tengo mis dudas sobre la utilidad de la mayoría de ellas en el aprendizaje (no hay que desdeñar, por supuesto, que hay evaluaciones que sirven como punto de partida o como base para subsanar deficiencias, sin embargo no creo que en nuestros estudios sean útiles en ese sentido). Una evaluación continua, por otro lado, nos llevaría al problema de darles a nuestros secretarios de formación el trabajo de llevar registros personales de los camaradas que asisten a los estudios.
No. Aquí la única evaluación que vale es la grupal y no necesitamos más mecanismos que los que ya tenemos: la discusión, el análisis, el planteamiento de dudas.
Pero la principal razón por la que no tendríamos que preocuparnos por la evaluación es que la formación teórica de nuestros militantes debe saltar a la vista cuando los camaradas cumplen otras tareas que la organización les exige: cuando tienen que escribir un artículo para los medios de prensa, cuando tienen que sostener un discurso en la agitación callejera, cuando explican a gente interesada en la organización las ideas por las que luchamos; si los camaradas no realizan cotidianamente estas actividades de poco sirve la formación teórica. Si los camaradas no están políticamente activos la formación teórica es un contrasentido. En otras palabras, la falta de formación y disciplina que los camaradas puedan mostrar es debida a la falta de trabajo político más que a la deficiencia del programa o a la falta de estudio; la ausencia de estudios no es más que una consecuencia del mal funcionamiento de los colectivos.
Los contenidos, y en general el estudio, son una parte pequeña de la formación de nuestros militantes; no hay que esperar milagros de los textos: la formación de la militancia está en el trabajo. En el trabajo se retroalimenta, se discute, se aclaran ideas, surgen dudas, se aprende a pensar y trabajar en colectivo. Una formación teórica sin trabajo puede, a lo mucho, volvernos intelectuales con un desarrollado complejo de impotencia, pero no revolucionarios.
Aprender no es sólo una obligación que tenemos para con nuestra patria y la humanidad; es una de las actividades más hermosas que como seres humanos podemos realizar. Entrar en contacto con las ideas de seres humanos de otros tiempos, de personas que vivieron y amaron plenamente, es vivir la grandeza de nuestra especie en carne propia. Compartir esto con nuestros camaradas es una experiencia que, sin duda, será digna de recordar en los años venideros para cada uno de nosotros. Vamos a estudiar con pasión, con entusiasmo. Las condiciones de la lucha son cambiantes y no sabemos por cuánto tiempo podremos disfrutar del privilegio de pasar una hora entera compartiendo ideas con nuestros camaradas. Vamos aprovechando al máximo este pedacito de tiempo que estamos pasando por el mundo.
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