Denise Márquez
Monterrey.- El día de ayer, 3 de febrero, la militancia de la JCM Nuevo León acudió a la marcha denominada #No tenemosFeria, en repudio a las alzas al costo del transporte en nuestro estado, que en el Area Metropolitana alcanza un costo de $12 pesos y en los municipios conurbados de hasta 17.
La organización no ha sido sencilla. A pesar de los nobles ideales que los comunistas del mundo perseguimos (un mundo donde quepamos todos, una realidad en donde la explotación del hombre por el hombre sea un oscuro recuerdo), hay que reconocer que en nuestra ciudad, hay una renuencia casi total a emprender acciones conjuntas con nuestra organización. Quizá sea toda la propaganda anticomunista (que aún cuando no se ha recibido de primera mano, permea el imaginario colectivo), quizá sean nuestros fallos humanos.
Para quien esto escribe, ha sido un motivo de alegria total la posibilidad de aprendizaje de otros camaradas con mayor tiempo en la organización: los mayores, que una demostración de humildad total, no sólo han ayudado a plantarnos firmemente (porque esta también es nuestra lucha: las tarifas de castigo golpean directamente al pueblo trabajador) sino que han dado clara muestra de cómo podemos trabajar construyendo confianza en nuestra comunidad, sin sacrificio o desviación de nuestra línea política, pero sin confrontaciones.
Previo a esta marcha se realizaron algunos corredores culturales, en donde las rimas del camarada Bajoh (que glorifican por ejemplo, momentos cruciales de nuestra historia como la revolución de octubre) fueron muy gustadas entre la raza de acá. Hubo momentos hermosos, en donde la gente a pie, la misma que rehuye el discurso político cargado de adjetivos barrocos, detuvo la marcha para escuchar y aplaudir el talento del camarada. Otros compas, jóvenes también, comenzaron a hacerse entrañables en las concentraciones de organzación (las llamadas asambleas) por su servicialidad y capacidad de conciliación. Siempre es un orgullo responder a la pregunta “¿De dónde vienen ustedes? ¡De la Jota!”
II
Las condiciones de nuestra ciudad se degradan con rapidez. La alucinación colectiva del regiomontano como sostén del resto del país (sí, camaradas: la propaganda de odio más monstruosa que el sistema reproduce en los medios masivos de desinformación ha convencido a la gente de no apoyar las luchas, porque la explotación del regiomontano permite los subsidios del sur completo) comienza a ser una fantasía invivible. Se palpa la incredulidad ante los 67 pesos de salario mínimo diarios (y en esta ciudad hay muchas personas que trabajan en la línea de las industrias) y los 24 o 48 pesos que hay que gastar en transportarse en una ciudad con dos líneas del metro y distancias grandes.
A la cita en la explanada de Colegio Civil, ayer lunes a las tres de la tarde, no acudimos miles de personas, pero sí un par de cientos. Si usted, camarada, considera que en esta ciudad hasta para los de “izquierda” es una pérdida de horas-hombre la manifestación del descontento, podemos afirmar que la convocatoria fue buena. El contingente de la Jota se mantuvo junto todo el tiempo, algunas personas que acudieron en lo individual se arrimaron a nosotrxs, quizá por las pancartas chulas que llevamos, tal vez por la alegre rebeldía con que nuestro contingente salió a defender su lugar en esta lucha.
Y sucedieron cosas cosas que tampoco ocurren con mucha frecuencia en Monterrey: se acordó la toma de un camión. Y aunque no participamos de la toma en sí, hubo respeto para las acciones que los otros colectivos decidieron llevar a cabo. Sin pánico. Sin incidentes.
Nota: quizá si usted lee esto desde Oaxaca, ciudad de México, Michoacán, sienta ganas de reír o llorar, ante la candidez de la frase “sin pánico”. Y yo misma me siento un poco ridícula al leer. Pero es que camarada, en este rinconcito polvoso del mundo, a la intención de hacer una pinta suele sucederla la consigna heredada del movimiento estudiantil anti-Peña: ¡Nooo viooolencia, noooo vioooleeenciaa! Así que imagínese usted qué puede decirse de tomar un camión. Es como pasar de kinder a secundaria en una sola jornada.
Volvamos a la toma. Sí, nuestro contingente siempre se mantuvo muy juntito, muy contento. ¿Qué se hizo con el camión? Se acordó un bloqueo de 15 minutos en la principal avenida del centro de Monterrey: la avenida Juárez. Y fue un gran ejercicio observar la respuesta de la raza, que suele gritarle hasta a los animalistas (que todo el mundo ama) cosas como: “¡Pónganse a jalar!”
Ayer hubo silencio. Aplausos tímidos. Señoras con ojos tintineantes de rabia, que incluso agradecían a quienes bloqueaban la calle. Muchachos que reían. Familias que se unieron. A veces parece que a nuestra ciudad le ha tocado una chinga de talla mayor de la que tiene. Narcobloqueos, balaceras, secuestro, extorsión, prepotencia, despojo. Tanquetas, marinos, federales, zetas, golfos. Panistas y priístas (aquí no hay variedad: todos los colores acaban en verde o en amén). Feminicidio, desaparición forzada, indolencia, burla.
Nuestro lugar está en las calles. Y posiblemente, nuestra propia negligencia con símbolos de honor y gloria como la hoz y el martillo, contribuyeron a formar una mala percepción de nuestro trabajo. Y aclaro dos cosas: ni propongo que dejen de utilizarse, ni culpo a nadie lavándome las manos. Sólo es que he podido darme cuenta que el lugar en la historia que ocupan los grandes comunistas del mundo, se ha dado con trabajo. Trabajo. Y ésta, en lo personal, es una experiencia que a mí me ha ayudado mucho a comprender la utilidad de no aislarnos, de comunicarnos mejor como organización, de tratar con cuidado los esfuerzos del otro.
III
Recuerdo mucho las palabras del secretario una vez que vino acá, a Monterrey: “No me maltrates a la gente. Esta es la militancia que tenemos y estamos agradecidos con lo poco o mucho que nuestra militancia puede apoyar en tiempo, en recursos”. Y es que a veces la familiaridad o la cotidianidad en nuestros tratos nos apendeja la conciencia de que el camarada tal viene desde el fin del mundo, y se hace un lugarcito para venir, aunque anda bien empinado de tarea. O la camarada tal, que no tiene ni internet en casa, siempre llega temprano y acude a las actividades. O el compa, que aunque casi ni cae a las juntas porque jala un chorro, siempre tiene buena disposición para tirar un paro con el pago del periódico.
Esta es la gran familia que somos, como lo dice el estatuto, aquí debe haber camaradería. Y si no la hay, quizá sea un buen momento para replantear qué estoy haciendo para generarla. Gracias por enseñarme que no es mi crítica sin ton ni son “lo que va a salvar el barco”. Gracias, de corazón, por permitirme confiar en que, con fallas y tambaleos, aquí en la JCM puedo aportar a través de lo que sé hacer. Y gracias por confiar en lo newbbies, en los novatos como yo, que ahí vamos aprendiendo de ustedes, que también tenemos la capacidad de proponer y llevar a buen puerto nuestras ideas para hacer crecer esta organización.
Epílogo:
Seguiremos analizando nuestra participación en la lucha contra los aumentos en el transporte, tal como hemos apoyado la lucha de la CNTE, las luchas ambientalistas; como hemos expresado irrestrictamente nuestra solidaridad con Cuba, nuestra adherencia a la Sexta. Y creo que también, para felicidad de muchas y muchos como yo, seguimos dando pasos, chiquitos pero bien firmes, en la construcción de una percepción distinta y fresca de nuestra organización.
Desde mi humilde punto de vista, camaradas, esa es la mejor propaganda.
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