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Por CJB Simón Bolívar

Tomado de El Libertador #4

Benito Juárez es recordado entre nosotros por haber defendido la independencia y soberanía de nuestro país en los difíciles momentos de la guerra de reforma y la intervención francesa. Aquí queremos recordar al presidente Juárez por las cualidades que lo llevaron a triunfar frente a sus enemigos los conservadores y el invasor francés.

Don Benito Juárez fue un hombre que amó profundamente a su patria, que buscó el conocimiento a pesar de las adversidades que le acarreaba su condición de indígena y de pobre, y que, como abogado probo que era, confió en la ley como acuerdo entre ciudadanos libres que desean construir su futuro sobre cimientos de justicia e igualdad.

El 26 de enero de 1865, durante la etapa más adversa de la lucha contra los imperialistas, Juárez escribe a Matías Romero:

Que el enemigo nos venza o nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar ese atentado, entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza. Si Francia, si los Estados Unidos o cualquier otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio y por nuestra debilidad no podemos arrojarlo de él, dejemos siquiera vivo nuestro derecho para que las generaciones que nos sucedan lo recobren. Malo sería dejarnos desarmar por una fuerza superior, pero sería pésimo desarmar a nuestros hijos privándolos de un buen derecho, que sin duda otros más valientes, más patriotas y más sufridos que nosotros, lo harían valer y sabrían reivindicarlo algún día.

Nada más alejado del espíritu juarista que la actitud entreguista de nuestro gobierno actual y las reformas que promueven algunos pero que respaldan todos los partidos oficiales de México.

Otro rasgo de la personalidad y del gobierno de Juárez fue la austeridad. La sobriedad y la sencillez, para él, serían los rasgos que distinguirían a un republicano de un monárquico. Era la patria la que habría de engrandecerse; era la nación mexicana depositaria de la más alta dignidad; era el pacto alcanzado al expulsar al imperio español lo que debía ser exaltado; era el nosotros que se dice “México”; el individuo, dice don Benito, sólo era depositario de la voluntad de la nación.

Amante de la libertad, Juárez promovió la educación. En los breves periodos de paz durante sus gobiernos se abocó a construir escuelas para llevar la luz del conocimiento a todos los rincones de la patria. La educación, que lo hizo a él mismo lo que fue, podría sacar al país del atraso y terminar con la mezquindad del lucro y con el fanatismo residual de la colonia.

Juárez encarnó las ideas más avanzadas que se conocían en nuestra recién fundada nación. Se ganó el odio de quienes, en su tiempo como en el nuestro, se beneficiaban de la desigualdad, promovían el estancamiento moral e intelectual del pueblo y despreciaban a los humildes. Hoy, desde el oficialismo, se nos presenta una imagen de Juárez despojada de las creencias y valores que encarnó, de su amor a la libertad, de su patriotismo, de su lucha a muerte contra el imperialismo. Desde la academia se pretende resaltar sus errores con el argumento intelectualoide de combatir la historia de bronce. Pero los que hoy luchamos por hacer realidad los sueños del Benemérito no lo admiramos por haber sido perfecto, sino por haber luchado por nosotros, por los que nunca conocería pero a quienes ya quería. En su obra, en sus escritos, se siente todavía el amor del sabio legislador, el cariño del maestro que se preocupa por hacer mejores a los demás y sabe reconocer la grandeza y la bondad que germina en el corazón de los otros. Así era Juárez, todo lo contrario de sus detractores.

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