Comenzando por remontarme al filósofo Aristóteles quien hace más de 23 siglos sus ideas y conocimientos,  hoy en día  bases de todas las ciencias,  lo convirtieron en enemigo y presa de grupos charlatanes y tramposos que finalmente lograron sofocar la llama de su brillante existencia. Estos grupos fueron conocidos como sofistas,  seres que dedicaron toda su existencia en predicar la mentira y escarbar dentro de la basura de lo falso para convertirla en arte. Estos maestros y sabios artistas  eran apasionados por convertir los  argumentos más débiles en argumentos sólidos y velaban en todo lo posible para que sus falsas verdades fueran creíbles, difundidas, enseñadas  y hasta cobijados  legalmente para decretarse como ciertos, como herramienta para lograr la popularidad y el reconocimiento como sabios y maestros siempre utilizaron la trampa dialéctica y el manejo del discurso adornado sobre la verdad, la razón y la lógica de la época. 

 

Los humanos milenariamente han sido víctimas y son testigo del alto costo de la imposición de la mentira sobre la verdad, lo injusto sobre lo justo. ¿Qué tan catastrófico puede ser llevar la mentira hasta las últimas consecuencias?  Probablemente el sofismo siempre ha sido responsable de todo crimen  perpetrado contra la humanidad que ha navegado y navega esperanzado por el bello mar cósmico, desde el origen de los Estados y gobiernos  según la época  que se encuentren y el modo de producción propio de su era; han recurrido a los métodos sofistas eficazmente integrados a su superestructura para poder evitar que los hombres puedan dar los saltos necesarios para su sobrevivencia y avance revolucionario como especie en la bella espiral del espacio y el tiempo cósmico. Existen hombres, procesos y momentos donde tal como aquel bello representante de la raza humana llamado Aristóteles y quien desde la antigüedad nos predice los alcances de nuestro poético y paradójico intelecto, éste nuestro destacado aliado evolutivo  día con día vamos divisando la costa de la razón y la tranquilidad que representa la conquista continua de la  verdad, su dinámica e imparable natural avance por las veredas del tiempo se torna más rebelde cuando se pretende confundirlo o dar freno al máximo desarrollo del ser donde las cadenas del obscurantismo articuladas con la falacia serán la pala que termine enterrando el alfabeto del sofista .Quedarán  analfabetos y mudos los tiranos, como muchas veces castigaron a los pueblos al peor de los tormentos que es dejarlos aletrados y sin memoria de su originaria lengua,  quedará el grito desesperado del sistema insonoro  para no atormentarnos más con su macabro llanto moribundo y adornado. 

 

El sujeto revolucionario es incapaz de portar la bandera del sofista, se diferencia de avanzar hasta el fin de sus días con la pureza de las verdades, su bella y humana inteligencia le prohíbe siquiera caminar con contradicción. El comunista que se forma en la congruencia,  que revolucionariamente ha decidido ser soldado de lo real y asesino de lo falso, el comunista  solamente será revolucionario si día a día camina  con lo cierto,  justo y verdadero.

 

El comunista no puede abandonar este vital principio en ningún momento así representara  esto su prisión, su cárcel o algún día decoremos rojos los cementos.

 

La revolución es la llama que encandece los sofismos, la unidad  la pureza que destapa los disfraces y cantos de sirena que embrutecen,  La necedad, el compromiso de vencer al enemigo Y reitero como necio y sin miedo a obsesivamente destacar que esto se defiende hasta la muerte.

 

Continuara…

 

 C De Santiago

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