Alejandro Rodríguez
Secretariado Nacional
Cuando el peso de los hechos se acumulan, demostrando la inutilidad del actual sistema en el que vivimos, a nuestro enemigo de clase, representado por todos aquellos que detentan el poder y controlan la riqueza, no les queda de otra más que buscar acallar la verdad histórica haciendo uso de los medios más crueles conocidos por la especie humana.
Así ocurrió en Iguala, Guerrero, un 26 de septiembre de 2014 donde fuerzas federales persiguieron a un grupo de activistas a quienes no se les ha vuelto a ver desde entonces. Así ocurre ahora en Colombia donde, al menos en los últimos meses varios luchadores sociales han sido acosados, vejados, amenazados o en el peor de los casos asesinados a sangre fría.
La fase actual en que se encuentra el capitalismo ha causado que las fronteras se desvanezcan poco a poco, otorgándole el poder absoluto de nuestro planeta tierra a una oligarquía parasita que nos explota a todos independientemente de nuestra nacionalidad. No es de extrañarse que bajo este precepto, la situación de dos países aparentemente distantes, como México y Colombia, sea tan similar.
Klaus Zapata, Marisela Tombé y Milton Escobar son algunos de los nombres de los que ya no están, todos ellos gente de abajo, cuyo único delito fue luchar por construir un mundo menos precario y caótico. Hombres y mujeres sencillos que nunca llamarón la atención de los grandes medios como las modelos y actrices de su misma tierra, pero cuya voz disidente prendió los focos de alerta del Estado Colombiano.
La situación actual de Colombia, enmarcada en los procesos de negociación paz entre las FARC-EP y el gobierno del presidente Santos mantiene en expectativa al pueblo colombiano, quien ha visto como el paramilitarismo y el recrudecimiento de las políticas públicas violentas han apagado la vida de sus seres queridos.
Es en este escenario la guerrilla ha decretado un cese unilateral al fuego, sin embargo la disposición del gobierno colombiano para dialogar ha sido nula, volviendo frecuentes ataques militares a zonas guerrilleras y asesinatos en masa de dirigentes políticos.
Tal como en México durante el sexenio de Felipe Calderón en Colombia se ha apelado a la fuerza bruta, en una guerra que en medio siglo ha dejado 50 millones de muertos, lo cual nos lleva a pensar que, lamentablemente, los “Daños colaterales” son patrimonio mundial de este planeta en decadencia.
En el contexto internacional las reacciones ante el conflicto han sido diversas, desde la promoción del diálogo y la paz como el gobierno cubano hasta la cooperación mutua para fomentar la cultura de la Guerra como en el caso de México donde Peña Nieto ha buscado importar el modelo militar colombiano y en fechas recientes ha deportado sin explicación alguna a una ciudadana colombiana, Cindy Pérez, militante de la Juventud Comunista Colombiana que se encontraba de visita en el país para asistir al IV Congreso Nacional de la Juventud Comunista de México.
Pero así como el desprecio, la represión y la barbarie han traspasado fronteras, desde abajo los proletarios hemos internacionalizado la solidaridad. No podemos dejar que la cultura de la violencia, de las armas y la venta de drogas nos gane a nuestra juventud, tenemos que generar una cultura de la resistencia, una cultura de la paz para reivindicar la vida y derrocar la muerte.
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