Cuando se trata el tema del “día del amor” suelen haber generalmente tres posturas: una que prescinde de toda crítica y se suma al festejo. Otra que además de no participar de dicho evento, abalanza todas sus críticas, burlas y escepticismos, que rondan generalmente en la cuestión de que tal día es una hipocresía y una excusa para el despliegue mercantil. Por último están a los que ni les hace gracia, ni les molesta, para quienes tal día pasa inadvertido. La cuestión aquí no es preguntar dónde se ubican los comunistas a este respecto. Más bien analizar el tema desde otra perspectiva. La coyuntura sólo es una excusa para hablar sobre el amor.
Los comunistas no nos situamos en una u otra de las posturas antes mencionadas, bien pudiéramos estar de acuerdo con todas. Por un lado, es un festejo del que se ha apropiado la sociedad mexicana, no podemos juzgar un proceso social como válido o inválido, finalmente ahí está, no estamos obligados a sumarnos, pero sí a no mostrar desprecio. Por otro lado, ser respetuosos de los procesos sociales no significa no ser críticos; porque sí, es cierto que una categoría humana tan importante como el amor es ridiculizada por las empresas en el proceso de venta y consumo de mercancías. Pero la cuestión va más allá. No es tan importante si las personas se ven obligadas a consumir toda clase de basura innecesaria que promueve la hipocresía como sí los ideales de amor que operan en la sociedad. Ese es el tema cardinal.
Como Marx explicó en el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Políticatodas las relaciones sociales se despliegan a partir del modo de producción de la vida material. En la actual sociedad, el modo de producción capitalista es el que condiciona las relaciones sociales. Siendo el amor (sin pretender una definición exhaustiva), un sentimiento que surge en diversas formas de relación social no puede escaparse de esta determinación. Este condicionamiento es el que ha dado, en cada época, significados distintos al amor, es decir, el amor no era lo mismo en el esclavismo que lo que era en el feudalismo, y tampoco lo es en el capitalismo. En el modo de producción basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la explotación de una clase social por otra que se apropia de la plusvalía ¿qué ideales de amor operan? En otras palabras ¿qué es el amor en el capitalismo?
La burguesía, al ser la clase dueña de los medios de producción impone al proletariado su ideología en todos los ámbitos con la pretensión de perpetuar sus intereses de clase. Así, el amor cumple una función política, lo decía ya Kollontai (1923) “hasta la burguesía, que reconoce algunas veces que el amor es “un asunto de orden privado”, sabe en realidad cómo encadenar el amor a sus normas morales para que sirva al logro y afirmación de sus intereses de clase” (p. 126). Así por ejemplo el paradigma capitalista de la “libertad individual” que opera en las leyes del mercado, opera también en el plano de las relaciones sociales, y por extensión de las amorosas y sexuales. Esta es una de las razones por las cuales en el terreno de la sexualidad, desfilan ante nosotros toda clase de desviaciones y perversiones en la actualidad, en pos de la “libertad individual”.
El individualismo burgués que pregona la libertad del individuo trae consigo también un abandono del mismo. En un sentido económico es el individuo, y no el estado, quien debe procurarse todas y cada una de sus necesidades, sea techo, alimento, vestido, salud etc. Pero este abandono es también emocional.
El paradigma de propiedad y de libertad del individuo en el terreno del amor genera toda clase de contradicciones. Por un lado el abandono emocional nos obliga a pasar la vida buscando una relación amorosa que nos de esa estabilidad emocional. Nuestras esperanzas de felicidad se posan en encontrar una persona que nos ame. Pero luego este amor reviste el sentido de propiedad… entonces nuestras esperanzas se diluyen. Por ello en el capitalismo, el sentimiento amoroso trae siempre consigo sufrimiento. Sufrimos por no tener amor, pero cuando lo tenemos seguimos sufriendo por “los avatares propios del amor”. Esos avatares no son otra cosa que las consecuencias de las relaciones de poder, del sentimiento de propiedad. Kollontai dice al respecto:
La ideología basada en el instinto de propiedad ha inculcado al hombre durante siglos y siglos que todo sentimiento de amor debe estar fundado en un principio de propiedad. Ha grabado la ideología burguesa en la cabeza de los hombres la idea de que el amor da derecho a poseer enteramente, y sin compartirlo con nadie, el corazón del ser amado (p. 141).
Pero no todo el panorama es desalentador. Al igual que en el resto de las relaciones sociales, en las relaciones amorosas se están gestando luchas y contradicciones. El ideal de amor se destruye y se construye. Es decir, que el ideal burgués de amor no es el único en juego, aunque sí el de mayor peso; también juegan un papel los remanentes de los ideales pasados, y los indicios de ideales nuevos. Nueva formas de amor se gestarán en la lucha del proletariado. Pero así como luchamos por destruir este sistema y construir otro, debemos luchar también por destruir los ideales impuestos por la burguesía y construir unos nuevos. Mas ésta no es solamente una obligación histórica; evitar el sufrimiento amoroso derivado de la posesión de las personas y de las expectativas idealizadas de felicidad sólo pueden evitarse volviendo el terreno amoroso también una plataforma de lucha: politizando el amor.
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