La agricultura en México es sin duda una de las actividades económicas más afectadas desde que el neoliberalismo llegó a nuestro país, especialmente cuando el Tratado del Libre Comercio de América del Norte entró en vigor en nuestro territorio. El abandono que ha sufrido nuestro campo por parte de las autoridades correspondientes ha mermado la soberanía alimentaria que hasta antes de los 80´s podíamos presumir, de tal manera que esa soberanía ahora es solo un concepto que se añora. De ser un país exportador de alimentos, pasamos a ser un país importador.
Por si fuera poco, las grandes corporaciones trasnacionales en la industria de la agroalimentación han fijado sus objetivos en el campo de México, pues en el 2016, estas corporaciones acapararon 15 millones 372 mil 864 hectáreas. Monsanto es la empresa trasnacional que más ha ganado terreno con 5 millones de las hectáreas concesionadas.
Monsanto es la empresa más importante en la generación de organismos genéticamente modificados, gracias a las políticas del libre mercado tiene presencia en la mayoría de países del mundo, ha amasado un gran poder económico y por ende, un gran poder político en los estados que le han otorgado concesiones para el cultivo de transgénicos. Esta compañía visualiza el campo como una unidad productiva altamente desarrollada donde impere la moral capitalista, para ello cuenta con una infraestructura industrializada y un área de investigación científica para el desarrollo de nuevas tecnologías en pro del aumento de la producción. Con base a estas investigaciones, Monsanto ha desarrollado especies de Maíz, algodón, canola y soya que son tolerantes a herbicidas y resistente a insectos, que desde luego han patentado.
Las prácticas corporativas de Monsanto han sido evidenciadas y denunciadas en organismos internacionales por violaciones a los derechos humanos y violaciones a tratados en materia de ecología, por ejemplo, las especies modificadas genéticamente contaminan el territorio que antes estaban libre de estos organismos; México que es cuna del maíz, está perdiendo las especies nativas milenarias que alimentaron a nuestros antepasados. No conforme con esto, los campesinos son demandados por la contaminación de transgénicos en sus propias tierras, como las especies de maíz transgénico están patentadas, no pueden ser cultivadas sin previa autorización y pago a la empresa, incluso cuando es imposible para el campesino local evitar la contaminación de sus cultivos.
Si bien es cierto que la mayoría del territorio cultivable de México está en posesión del campesinado local, estos están perdiendo terreno frente a la embestida de la agricultura corporativa. El campesino convencional no tiene herramientas tecnológicas que garantice la productividad del campo para competir con las corporaciones, además, el nulo apoyo del estado que le niega créditos económicos al campesino, aunado a la carestía de los insumos y energéticos necesarios, mas el coyotaje, hace imposible la rentabilidad de la agricultura como actividad económica, por lo tanto, los campesinos y campesinas optan por emplearse en otras actividades de la economía y abandonan el campo.
La industrialización del campo mexicano por las empresas trasnacionales que nos ha traído la globalización no solo presenta un problema de soberanía alimentaria, que esto ya es mucho decir, el impacto social que esto conlleva solo ha dejado ver la punta del iceberg. Actualmente más 5.5 millones de personas se dedican a la agricultura en México, si las concesiones a empresas trasnacionales de agroalimentos continúan en asenso, el acaparamiento del territorio y el mercado desplazará a millones de campesinos, pues el implemento de la tecnología industrial agraria implica una reducción considerable en el empleo de personal para el cultivo, sin embargo las condiciones de desempleo en zonas urbanas hace imposible la absorción en el ámbito laboral de las personas desplazadas del campo.
Por otro lado, en Chiapas hay un claro ejemplo de la agricultura sustentable y colectiva que tiene un impacto social muy positivo. Las comunidades zapatistas desarrollan esta actividad productiva con un apego socio-cultural que ha sido parte de su devenir histórico, que se abren de una manera mesurada pero firme a la modernización y que garantiza la sobrevivencia de nuestras especies de maíz nativas, en sus cultivos está prohibido el implemento de pesticidas y herbicidas de origen industrial, lo cual garantiza la inocuidad y la calidad de los productos cultivados.
En conclusión México avanza con pasos firmes a la desaparición total del campo nacional, para evitarlo es necesario darle el papel histórico que ha tenido el campo, como la fuente insustituible que nos garantice la sobrevivencia de nosotros y las generaciones que nos sigan. Es de una necesidad imperiosa que nos arranquemos el lastre capitalista que nos despersonaliza y que ve negocio y lucro hasta en las actividades fundamentales de la vida, convirtiendo en mercancía cuanto hay a su paso. En pocas palabras, debemos derribar este sistema de muerte y sustituirlo por otro mejor, uno más justo, equitativo y saludable.
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