Desde la educación básica nos lo enseñan: la vista, el olfato, el gusto, el oído y el tacto. Los cinco sentidos que nos ayudan a eso, a sentir.
Si las infancias cuestionaran la funcionalidad de los cinco sentidos al explicarles el tema en la educación básica ¿qué respuesta daríamos los adultos?
Sentir le da complejidad a la existencia, escuchar el sonido del mar, ver un amanecer, oler un jardín, probar nuestro platillo favorito, tocar… ¿me?, ¿para qué sirven los sentidos si no es para el placer, o reconocer la ausencia del mismo?
La Secretaría de Educación Pública reveló en el 2018 que los adolescentes en México inician su vida sexual, en promedio, desde los 15 años, sin embargo, en algunas escuelas la sexualidad sigue siendo letra prohibida, en el lecho familiar las mujeres guardan el secreto de que algunas de ellas (o la gran mayoría, según las estadísticas citadas) no viven en castidad, y ello nos lleva a cuestionarnos ¿quién se beneficia de que el placer siga siendo un secreto?
La sexualidad, y por ende las relaciones sexuales son parte escencial de la humanidad, pero no solamente con fines reproductivos como nos han querido enseñar, sino que forman parte de una experiencia sensorial que no debe ser estigmatizada ni reprimida.
El gusto, la vista, el olfato, el oído y el tacto, todos representan un papel imprescindible al inicio de nuestra vida sexual, nos marcan la pauta para reconocer el placer en el proceso de exploración.
Pero no solo es en la sexualidad, esto aplica para todo, desde definir el estilo con el que quiero vestir, la música que escucho o la persona que me atrae, hasta reconocernos hombre, mujer, cisgénero, transgénero, binaria o no binarie y todas las sexualidades, tradicionales y periféricas. Los sentidos nos dictan a letra explícita el guión de nuestra vida; pero, ¿qué sucede cuando dejamos el placer en las manos de quienes obtienen un beneficio económico directo si este se reprime?
Según el génesis, al sexto día Dios creó todos los animales que caminan y se arrastran por la tierra y, por fin, como la obra más perfecta, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza… y algunos años después el hombre creó al capital.
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El capital ha sido uno de los principales factores en la ecuación que reprime al placer, empezando por la institución que han construido encima del matrimonio y la familia.
La familia estuvo asentada bajo la celebración del matrimonio de un hombre y una mujer que se unían por amor como Cristo con la iglesia, con el propósito de formar una familia, estableciendo un vínculo indisoluble, en el que la mujer cuidaría de los hijos y del hogar, sirviendo a su esposo, y este proveería todos los medios para la subsistencia de la familia, dicta la religión católica, que según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, practicaban el 89.3% de los mexicanos hasta el año 2010.
Si bien actualmente el capital ha concluido en que dicho discurso ya no es económicamente rentable, han migrado sus esfuerzos a una forma de represión no religiosa que ha tomado fuerza durante las últimas décadas: la mercadotecnia y la publicidad, con el fin de que si decidimos no vivir bajo la castidad que la iglesia ya no obliga, pero sí predica y recomienda, (como si en términos de fe no fueran sinónimos), sigamos controlados por las ya mencionadas industrias que sacan provecho de la sexualidad intentando comercializar el deseo.
El sexo es una importante pieza en el ajedrez de la lucha de clases. Los ricos lo utilizan a su favor como un arma de doble filo para crear uno de los muchos tabúes que utilizan para el control de masas.
Primero nos llenan de contenido sexual alejado de la realidad, a veces restringido para mayores de 18 años (o para personas pobres por su precio), otras veces en sitios clandestinos de pornografía y también en publicidad, donde muestran modelos, principalmente de mujeres cisgénero, con rasgos finos y cuerpos delgados apenas cubiertos por prendas de vestir.
Después, a través de la clase política con la que controlan la educación básica hipócritamente tocan con miedo y cautela los temas relacionados con la sexualidad e incluso, predican discursos de abstinencia, de no aborto… y el placer ni siquiera se menciona.
Así crean el deseo a partir de lo prohibido y si esto es una visión general de la sexualidad, les basta con elaborar un mismo discurso y reproducirlo, para así seguir controlando el placer, que tienen prácticamente privatizado, y a nosotrxs seguir ordenándonos qué decir, qué hacer y qué pensar.
Al difundir el mensaje de que el placer está al alcance de todos a partir de algo tan simple como nuestros cinco sentidos, que las relaciones sexuales no están prohibidas y disfrutarlas no es vergonzoso, exclusivo o privado, desmantelamos el tabú, liberamos el deseo y rompemos un eslabón de la cadena.
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