Xalapeos ilustres

Xalapeos ilustresSi algo nos quiere imponer la lógica posmoderna es que se acabo la tragedia, entendiendo a la tragedia como la caída de un personaje (usualmente importante) a causa de su lucha contra el destino, la oposición al destino ineludible era la causa de la tragedia para los antiguos griegos.

 

Para los griegos la tragedia es convertirnos en victimas de nuestras pasiones.

El posmodernismo por su parte es la radicalización del modernismo (hay autores que sugieren que es la modernidad consolidada) que en una conciencia infeliz pretende disolver la historia, ponerle fin… y destruyendo la historia se acaban las grandes luchas de y por la humanidad para llevarnos a un aburrido y mediocre presente donde nos encontramos atrapados en las estrechas y monótonas paredes de una democracia liberal donde las grandes pasiones, violencias, utopías y revoluciones son reducidas a un simple juego de consenso, mediocridad  y tecnocracia, hacen de la política una cuestión de simple administración, si entendemos como política la movilización organizada de individuos para conquistar un objetivo de clase entonces el posmodernismo es el fin de la política,

Y en esta historia sin historicidad, recuerdo sin memoria, imagen sin potencia simbólica, significantes sin significado, lucha sin enemigo ni clase, de una imitación sin la capacidad de ser otro, de una verdad que depende de una posición subjetiva que hoy llamamos relativismo epistémico hace del arte una parodia de sí misma, el arte posmoderno entonces acaba (o pretende hacerlo) con la búsqueda del arte: la universalidad, la verdad, hacer soportable lo insoportable (Decía Nietzsche que tenemos el arte para defendernos de la muerte).

El posmodernismo pretende ser entonces el sepulturero de dos (entre otras) de las grandes pasiones humanas, enlazándonos con la idea expresada en el primer párrafo entendemos el posmodernismo como el fin de las aventuras históricas, reducir el arte y la política a actividades impotentes dentro de un marco establecido evita luchas y violencia claro… pero nos vuelve grises y tristes. La tragedia del siglo XXI consiste en la imposibilidad de la tragedia, si no somos devorados por nuestras pasiones somos devorados por una industria cultural y de consumo que nos vuelve meras extensiones del sofá, la bolsa de comida chatarra y del control remoto tras cumplir horas enteras de trabajo sin sueldo digno ni prestaciones laborales ¿vale la pena vivir una vida así?

Antes de responder esta pregunta continuemos analizando a lo que nos enfrentamos.

¿A todo esto que es el arte? si aceptamos la metáfora de Freud comparando al psicoanálisis con la escultura (quitar lo que sobra de la roca para que aparezca la forma) entonces el arte es la búsqueda de la verdad: la verdad escondida, la realidad que se niega a aparecer, el acercamiento a lo que no puede decirse con palabras, el arte es una forma de luchar contra esa roca que se niega a mostrarnos su verdadera forma, es un arma para enfrentarnos a una esfinge que guarda muy bien sus secretos, y como todos sabemos nombrar nos permite conocer y conocer nos permite transformar.

Así, el arte, que aparece cuando hay algo que no puede decirse con simples palabras (pero que tiene que decirse) bajo el posmodernismo se convierte en un aparato ideológico listo y dispuesto para hacernos creer que no hay nada por lo que valga la pena la posibilidad del fracaso.

Continuando con esta línea argumentativa, el posmodernismo busca acabar con las grandes utopías (afirmando que ya no hay nada por lo cual luchar) al dar rodeos y evitar la búsqueda de la verdad para sustituirla con la comodidad invierte la afirmación de Brecht sobre el arte como un martillo, el posmodernismo no hace del arte un martillo para darle forma a la realidad, si no un espejo que la dulcifique o en caso contrario, la deforme para que nos neguemos a verla, en ambos casos nos quedamos con esa falsa conciencia que tanto criticó Marx.

Ante este panorama de producción artística posmoderna…  la cuestión es ¿Qué hacer? -Eterna pregunta leninista- y su respuesta es simple, consiste en (re)apropiarnos del arte para dar nuevamente combate de las representaciones del mundo y del sujeto, de la imagen y de la palabra, de la forma en la cual comprendemos nuestra existencia material y nuestro papel en ella. Es aceptar nuevamente nuestras pasiones, la posibilidad de nuestra derrota ante ellas, la contingencia de que nuestros esfuerzos se conviertan en tragedias… pero siguen siendo mejor que esta paz pútrida y este compromiso cobarde. Es aceptar plenamente la tesis beckettiana que lo intentemos nuevamente, y que si fracasamos entonces fracasemos mejor.

Ese combate (siempre sujeto a su condición de violencia, a veces explícitamente, a veces implícitamente) será siempre político, no en el sentido mecánico y de visión estrecha  de utilizar el arte como herramienta propagandística subordinada a la política (lo cual siempre conduce a la banalidad e insignificancia, y si no que se lo digan a lo que se termino convirtiendo el realismo socialista) si no en un sentido más amplio, del cuestionamiento de los vínculos entre el hombre y el sistema de producción y consumo en el cual vive, en este caso, de un sistema basado en la explotación del hombre por el hombre sustentado en la propiedad privada y el libre comercio… el capitalismo.

Es hacer aquello que Walter Benjamin dijo que era la respuesta del comunismo ante la obra de arte en sus tiempos de producción de masas: politizar el arte.

Así, ante técnicas que nos permiten reproducir la obra de arte en todas las copias que requiramos fue tarea del colectivo imprimir por cientos carteles que nos permitan reconstruir las certezas revolucionarias sobre la ruina de las ilusiones liberales, así, aparece un retrato de Don Gato dejando de ser un simple pillo al leer a Lenin y darle un nuevo enfoque a su eterna lucha contra la policía, esta un grito de júbilo tras la venganza de un grupo de mujeres/brujas que nadie pudo hacer arder, esta una Alicia, esa niña que ha dejado la fantasía para pasar a la violencia que transforma la realidad y esta un cartel de “Se busca” donde un Marx y un Rimbaud hacen puentes y encuentran que sus luchas no son tan distintas.

Fue tarea del colectivo darle un poco de color a la ciudad, hacer evidente la crítica a la modernidad que se esconde tras el manto de la “pos”.

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