En el 2013, después de que Elba Esther Gordillo se percatara que la reforma educativa que estaba impulsando el gobierno federal pasaría sobre ella (no es que no estuviera de acuerdo en el papel neoliberal de la reforma, el problema es que ella no era necesaria para llevarla a cabo), inicio la escueta lucha por el amparo ante esta, llamando a las masas enajenadas, intermediadas por los líderes de sección charros, a la “resistencia pacífica y civilizada”, caracterizada por una falta de estrategia homogénea en contra de la reforma educativa, un desconocimiento general de las implicaciones de esta y un control férreo de los cotos de poder en cada estado; posibilitando que mientras protestaban contra la reforma la planchaban en los congresos locales, que por un lado declarara una resistencia al ejecutivo federal y por el otro continuara con buenas relaciones con algunos sectores priistas y panistas.
Durante esta etapa la vitalicia del SNTE tuvo bien claro qué no hacer, sacar a los maestros a las calles, limitando las “protestas” a campañas informativas en plazas públicas en fines de semana. No quería que se le comparara con la CNTE, mucho menos que el movimiento la rebasara por la izquierda tal y como ocurrió posteriormente.
¿Qué implicación tiene esto? La lucha de la reforma educativa entre los titulares del ejecutivo federal y el SNTE nada tuvo que ver con la dinámica de la reforma, sino con los privilegios que la reforma les quitó, la perdida de espacios para Gordillo con la ruptura de alianzas políticas, la traición de algunos de sus allegados y la traba a sus búsquedas clientelares.
Se apetece similar lo ocurrido en el movimiento en defensa de la UV que la ilustre rectora de la máxima casa de estudios pretende encabezar. Con evidentes nexos políticos con sectores panistas y priistas (por ejemplo con Miguel Ángel Yunes), a callado los ataques a estudiantes y maestros de la UV en los que se presume la participación de las fuerzas del estado, ha resistido el adeudo hasta altos niveles, ha implementado los modelos que el gobierno federal ha querido para la educación superior, ha apoyado y se ha apoyado de la burocracia parasitaria y los sindicatos charros del FESAPAUV y el SETSUV. No obstante llegó un punto en que no se podría más, los niveles de deuda amenazaban con impactar de sobremanera en la UV y con ella sus intereses personales; así mismo sabía que se gestaría una resistencia de parte de maestros y estudiantes, aun si fuera sin ella. Ni lenta ni perezosa inició la lucha por la “defensa”, siempre por los canales “civiles y legales”, dejando que la comunidad universitaria marchara, pero controlándolos por medio del Consejo General Universitario y los sindicatos, limitando la crítica y las propuestas de acción; al igual que Gordillo sabiendo que el movimiento podía rebasarla por la izquierda. Cuidadosa de a quien se acusa, de mantener los vínculos políticos que le posibilitaron llegar a la rectoría, cumpliendo a cabalidad esta doble cara, decidida y implacable en la defensa contra el saqueo, pero con nexos políticos y cobijada por el apoyo de las ex autoridades universitarias priistas (como Raúl Arias Lovillo) y el líder charro que llama al voto por el PRI (FESAPAUV).
Será que en este caso, con un contexto muy diferente, ¿la lideresa saldrá avante? Algo es seguro, si esas masas no la rebasan por la izquierda, el 5% presupuestal que le fue otorgado a la UV servirá más para seguir alimentando a la burocracia y a la academia parasitaria de la UV, que para mejorar las precarias condiciones de infraestructura, las limitantes de calidad y la desigualdad de oportunidades para estudiantes y gran parte de la academia que trabaja por horas.
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