Le gusta que le digan emperador, le gusta emplear a la policía para golpear jóvenes y ambulantes además de numerosos gastos donde la frivolidad y el mal gusto se unen con una gran billetera… pero hoy no venimos a hablar de ello.

No, porque el crimen de Juan Manuel Diez Francos no es uno de los habituales, en esta ocasión atentó contra el patrimonio artístico y cultural no solo de los orizabeños si no de México y el mundo, y es que acaba de ordenar la mutilación del trabajo de un artista del pueblo y la revolución: José Clemente Orozco, abriendo un huevo en forma de ventana para poder asomarse y berrear el grito de independencia.

Ahora bien ¿podemos decir que lo hizo por su maldad intrínseca y su brutalidad ante el patrimonio histórico? No, la respuesta es mucho más simple, lo hizo por decadente, por ignorante, actuó dentro de la incultura de esta nueva generación de lumpens exaltados por un sistema dedicado más al saqueo que a la producción.

Pero eso no lo justifica, sin pedir permiso ni al INAH ni a la SEP o cuando menos al Instituto veracruzano de la Cultura, en una muestra de nepotismo decidió ejercer su poder a la manera que le gusta ser llamado, como un emperador decidió arbitrariamente sobre el patrimonio de millones, sobre una expresión artística y demostró una vez el carácter reaccionario y antipopular del estado, porque precisamente el nombre de este mural era “revolución social” irónicamente donde este sujeto ataco el símbolo de la violencia proletaria la violencia proletaria lo alcanzara más pronto que tarde, y su castigo será proporcional a sus crímenes.

Colectivo Acero

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