Por: Iván Alonso

“Patria es humanidad”
José Martí

La principal desventaja de pensar en términos absolutos es que no se puede hacer en la mente lo que se hace en los hechos: convivir con una realidad cambiante que es, ella misma, equilibrio entre opuestos.
 
Para la mentalidad unilateral todo es blanco o negro y, aunque su vida está llena de gris, no logra concebirlo. En su cabeza los valores morales son eternos, inamovibles; en los negocios hablar de moral es a lo mucho un mal chiste.
Blanco o negro, bueno o malo. Un pensamiento así no sólo es dogmático, sino que además es, sea que lo acepte o no, idealista: cree en conceptos inamovibles de suyo.
 
Mucha gente que se llama de izquierda, sobre todo los socialdemócratas, navegan por la vida con estos supuestos. No sólo los socialdemócratas, también los anarquistas y alguno que otro comunista puro admirador de Trotski (y no digo que el trotskismo presuponga estas posturas, pero es lo que más se ha visto).
 
De estos tres tipos de plagas los primeros, de tendencia pequeño burguesa, practican un patriotismo nacionalista que refleja el miedo que tienen de ser tragados por el gran capital internacional; los otros dos son su antítesis: el internacionalismo en persona.
 
Y entonces, en la mente de aquellas pequeñas gentes no cuadra que nosotros afirmemos ser (y menos que en efecto lo seamos) internacionalistas y patriotas. 
 
No sólo lo afirmamos, sino que no creemos que se pueda ser lo uno sin lo otro: dudamos del patriotismo de los unos y del internacionalismo de los otros.
 
Sólo tiene sentido halar de solidaridad, cooperación y entendimiento entre los pueblos, cuando, para empezar, hay pueblos diferentes. Menudo logro sería ponerse de acuerdo cuando existe una total uniformidad como la que el neoliberalismo quiere imponer. Sólo tiene sentido hablar de una identidad como pueblo donde hay otros pueblos cuya identidad se reconoce como valiosa.
 
El patriotismo pequeñoburgués (socialdemócrata) es, en muchos sentidos, nacionalismo: una ideología que parte de la supuesta superioridad de una nación para establecer su derecho de señorear a las demás. El nacionalismo es una ideología basada en el espíritu de competencia burgués. El patriota burgués o, más propiamente hablando, el nacionalista, ve a la tierra patria como la gran propiedad y a la gente que la habita como mano de obra: la patria no es más que su instrumento de enriquecimiento. El patriotismo burgués es “la forma ideal del sentido de propiedad” (C. Marx en dieciocho Brumario de Luis Bonaparte) El patriotismo, como lo entienden y practican los socialdemócratas, no es más que ideología: ideas que meten en la mente del pueblo para mantenerlo sometido y hacerlo ver en los otros pueblos, sus hermanos de clase, a sus enemigos. Los burgueses no tienen patria; sólo les impulsa el interés económico. Los pequeñoburgueses defenderán su patria contra la gran burguesía hasta ser derrotados o hasta convertirse en gran burguesía, lo que constituye su inconfesable anhelo. No son realmente patriotas; simplemente defienden sus intereses de clase. El patriotismo para ellos es una estrategia de márketing. Además, como su temor los impele a pensar que todo lo que hay fuera de su país es el imperialismo, rechazan el internacionalismo por considerarlo algo que atenta contra la soberanía (contra su soberanía).
 
Los socialistas ultra internacionalistas parten de asumir acríticamente, es decir, como una verdad incuestionable, aquella brillante afirmación de Marx y Engels y en general compartida por sus contemporáneos anarquistas, de que los proletarios no tienen patria. 
 
En efecto, los proletarios no tenemos patria en el sentido de que no tenemos propiedad; no tenemos un pedazo de tierra al cual aferrarnos y del cual conseguir la subsistencia; tampoco tenemos medios de producción qué defender; en eso radica nuestro ser proletarios. Pero sí que estamos inmersos en una cierta cultura, sí que pertenecemos a una sociedad, sí que compartimos una historia y sentimos apego a los amigos y la familia con quienes crecimos, al igual que a los lugares donde nos encontramos y  desarrollamos: esa es la patria del proletario, eso es por lo que lucha, lo que defiende, lo que lo motiva. La patria del pobre está en sus afectos, la del rico en sus rentas.
 
Los que somos internacionalistas hemos de serlo desde algún lugar, no surgimos en aguas internacionales. Además, ese amor a la humanidad que sustenta al internacionalismo ha de comenzar en la familia, ampliarse a los amigos, a la sociedad y, finalmente, a la humanidad entera. Un amor a la humanidad, como humanidad misma, por sí misma, sin partir de los humanos concretos con que se convive, es un amor abstracto, un amor a la humanidad en abstracto, a todo y a nada. Estos internacionalistas que se alejan de las luchas inmediatas de su gente no tienen humanidad. 
 
Para los comunistas la patria es el espacio donde nos encontramos como grupo que comparte un pasado común, un territorio y una forma particular de entender la vida. Ella representa la identidad de un pueblo. Es el resultado del esfuerzo constructor de las generaciones pasadas siempre proyectado hacia el futuro. Somos patriotas porque deseamos, ante todo, continuar esa construcción, porque encontramos inspiración en las luchas de nuestros ancestros, aquellos que generosamente se sacrificaron por legarnos  una realidad más justa, más digna y con mayor libertad. Somos patriotas porque amamos este suelo que nos ha alimentado a esta gente entre la que hemos crecido, porque valoramos el esfuerzo de los que aquí trabajan y admiramos el valor de los que aquí luchan. 
 
Patria para los comunistas no es sólo un espacio geográfico; es lo que nos es más inmediato. Patria son los amigos, los libros que leemos, el vecino ruidoso, las calles que transitamos, los niños que corren en el parque. Patria es el taller, la fábrica, el ejido, la escuela. Patria son las leyendas que nos contamos, la historia que compartimos, el recuerdo de los que han luchado por nuestra libertad. No la amamos por ser perfecta, menos por ser poderosa, la amamos porque es nuestra, porque generosamente nos ha dado lo que somos.
 
Sabemos que la mejor forma de ser internacionalistas es luchar por la patria, pues no por hacer la lucha en casa es menos una lucha por la humanidad. Toda lucha real contra el imperialismo es una lucha por la humanidad entera; es una lucha que debilita al enemigo e inspira a los compañeros que luchan en otras latitudes.
 
Apoyamos sin reservas, en la medida de nuestras fuerzas, las luchas de otros pueblos. Pero sabemos que sólo en la medida en que la lucha vaya triunfando en nuestra tierra podremos brindar un apoyo más significativo a otros pueblos que también combaten contra nuestro enemigo.
 
No nos interesa un patriotismo sin internacionalismo. Tampoco un internacionalismo sin patriotismo. Ambos deben estar en unidad, para tener contenido real. De lo contrario es un simple unilateralismo; un fanatismo. Sólo el patriota puede llegar a ser internacionalista. El verdadero internacionalista es patriota de la humanidad.
 
El capitalista ve a la patria como la gran propiedad. El comunista como la gran pertenencia. El comunista pertenece a una sociedad, el capitalista se sirve de ella. Patriotismo para nosotros es pertenecer, cooperar y luchar. La patria es el gran proyecto que compartimos. La patria es nuestro patrimonio común; es nuestro deber defenderla y, siendo el imperialismo su mayor enemigo, nuestro deber es liberarla de él. Hacer una patria libre, digna y justa: hacer una patria socialista.
 

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