En “Los días terrenales” acaso la novela más importante de José Revueltas detalla a San Bruno de esta forma:
“San Bruno era una poblancioncita obrera en las inmediaciones de Jalapa. En torno del viejo y feo edificio de la fábrica textil se agrupaban las viviendas de los trabajadores, pequeñas, blancas y de rojos tejados, formando una calle que no iba muy lejos, sino que se interrumpía en el paso a nivel del ferrocarril Interocéanico, por el rumbo de la ciudad, y por el opuesto, hacia la fábrica, terminaba en una modesta presa de cemento a la que el Sindicato de Trabajadores bautizara con el nombre deCarlos Marx“
Gran parte de la historia de Xalapa deriva de la larga
y brutal lucha que el Sindicato Emancipador Revolucionario de los Obreros de San Bruno mantuvo no solo contra la patronal si no contra la CROM y el gobierno para mantener en alto la lucha obrera para la clase obrera misma, lucha que incluyo masacres de obreros, deportaciones a las Islas Marias o a Quintana Roo, terror de esquiroles y organizaciones fascistas y nacionalistas.
Los obreros de san Bruno no solo se distinguieron por una consecuente lucha sindical y comunista, si no por su solidaridad en el estado con organizaciones campesinas y obreras a las cuales siempre apoyaron, esto no fue del agrado del gobierno federal que acabo con el sindicato de la forma más brutal que pudieron, enviaron a 500 soldados a tomar la fabrica y a punta de bayoneta arrestaron al comité central del sindicato para deportarlos al mismo tiempo que imponían otro comité formado por esquiroles de la CROM, el resto del sindicato fue obligado a afiliarse al PNR (antecesor del PRI)
Si bien hay material más que suficiente como para escribir un libro contar la trágica y heroica lucha de este grupo de obreros no es el objetivo de este articulo, si no hablar de la lucha que hoy se libra en y por las ruinas de esta fábrica.
Xalapa nunca tuvo vocación industrial, hoy en día depende completamente de la Universidad Veracruzana y demás institutos de educación superior y de la burocracia estatal para sobrevivir, la falta de apoyo para la formación de una industria local llevo a que en 1991 se declarara en quiebra, al mismo tiempo los líderes de los sindicatos del sistema liquidaron la propiedad común que los obreros habían reunido año con año de esfuerzos y sacrificios, vendieron el edificio sindical y con el pretendieron hacer lo mismo con su historia.
Mientras tanto el casco de la fábrica abandonada se pobló de drogadictos y se convirtió en un centro de inseguridad, saqueado por los chatarreros e invadido por profesionales del despojo el deterioro fue más que patente, viendo esto decenas de vecinos y colonos decidieron recuperar su patrimonio y su historia y en asamblea llegaron al acuerdo de resguardar las ruinas.
No fue una decisión fácil, primero se toparon con la pasividad de sus propios vecinos, aturdidos con decenas de años de propaganda que les enseño a ser pasivos y sumisos ante las autoridades, después con los operadores de partidos políticos del sistema que buscan dividir y llevar esta lucha a una simple petición a las instituciones, otros que simplemente quieren una repartición de tierras para venderlas y gastarse el dinero en vicios, grupos “horizontales” que son tan horizontales que pretenden imponer verticalmente su horizontalidad… la lista es larga.
Fue entonces cuando descubrieron que el terreno es también deseado por Chedrahui, es ahí cuando esta lucha al principio simple se convierte en la esencia misma de la lucha de clases: una empresa gigantesca que también es parte del gobierno pretende apoderarse de las propiedades que cientos de obreros trabajaron durante años.
Pero ¿Qué es lo que quieren estos hijos y nietos de los obreros masacrados en manos del ejército mexicano? Nada que no les pertenezca, nada que no merezcan, un museo de barrio, para recordar su historia, un centro deportivo en un sitio donde abunda la droga y las tiendas de autoservicio, un centro cultural en un sitio donde todo vestigio de cultura obrera ha sido sustituido por la (in)cultura del consumo que al igual que el café instantáneo es soluble y desechable, y finalmente no es café.
¿Qué es lo que viene a continuación? El escritor de este articulo no sabrá decirlo, pero si sabe que él y sus camaradas han encontrado una lucha que merece (y por lo tanto debe) de ser apoyada.
Martes 29 de abril del 2012
Colectivo Acero
Klan
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