CJB Acero
En los medios masivos de comunicación, en conversaciones de café y en publicaciones en redes sociales encontramos ataques de diferentes posturas contra las movilizaciones ¿Por qué? La respuesta es que nos encontramos con dos posicionamientos intransigentes en conflicto, la del ultra izquierdismo, la del fetichismo de la acción directa, esa que confunde la táctica con la estrategia y el reformismo, esa que se apega a la ideología ciudadana de la no-violencia y el respeto a la propiedad privada. Ante esto debemos de entender sus defectos y asimilarnos como nuestros.
Nuestro error es simple, nos hemos apegado excesivamente a la teoría o a la práctica, sin entender el proceso dialectico que las une, la insurrección no vendrá de las bibliotecas revolucionarias, como tampoco vendrá de las capuchas ¿Cuál es nuestro objetivo entonces? Llevar nuestro mensaje a las masas, permitirles asimilarlo y volverlo suyo, hacer de nuestra causa la causa del pueblo.
El panorama ante el cual nos encontramos es que ya se desato la lucha callejera contra los aparatos represivos del estado, lo cual es una gran ventaja porque ya no hay identificación de los sectores populares hacia estos grupos, lo cual obliga al estado a mostrar su verdadero rostro represivo, reafirmando su propia condición de ser un aparato de dominación de clase.
Ante este hecho nuestra misión es tomar la batuta en los enfrentamientos, no convertirla en una catarsis ni permitir que se convierta en un espacio que acoja a jóvenes buscando un sentido de permanencia, debemos de encauzar la lucha callejera hacia la lucha de clases, la cual si es una amenaza contra el estado.
Esto no quiere decir que abandonemos la violencia en las calles, solo cambiar su enfoque, el enfrentamiento como la policía debe de entenderse como una táctica, no como una estrategia de lucha, es una táctica para visibilizar la brutalidad de los cuerpos que protegen al estado, para proteger a los manifestantes desarmados de los cuerpos de seguridad y evidenciar la contradicción entre los oprimidos y los opresores. Lo principal es elevar la capacidad ideológica y organizativa de los cuadros revolucionarios, columna vertebral de las movilizaciones.
Lo primero es tomarnos a nosotros mismos en serio, solo así el resto de la sociedad lo hará. Debemos de multiplicar los círculos de estudio, los talleres de formación política, las discusiones filosóficas, las mesas de debate, aumentar nuestro nivel ideológico y cultural, fortalecer nuestra disciplina militante para evitar caer en los errores antes mencionados. ¿Nuestro papel? Convertir las organizaciones de masas en organizaciones revolucionarias.
Ante esto la vieja pregunta ¿Qué hacer? La respuesta es la vieja consigna “organización, organización, organización” debemos de multiplicar la propaganda de las ideas revolucionarias, ganarnos de individuo en individuo, de grupo en grupo, crear estructuras: espacios físicos que sirvan como entornos políticos para el trabajo de bases, ocuparse de una gran variedad de temas, hacer realidad la alianza obrero-campesino-estudiantil dándole presencia real a estos sectores en el trabajo diario, no solo en los discursos.
Si no entendemos esto todo nuestro heroísmo será en balde, nuestro odio y nuestra rabia se quedaran solo en los sentimientos, tenemos que enfilarnos en la dirección correcta, si no toda la lucha de clases se verá reducida a unos vidrios rotos, sacar a los presos y uno que otro policía quemado.
Juventud Comunista de México
Juramos vencer
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