Por: German Jaramillo

 

    – ¿Por qué si están tan lejos de nuestro punto en este globo? ¿Para qué si no lo escuchan a primeros oídos las víctimas y los victimarios? ¿De qué sirve pedir justicia para un rincón de este mundo, desde otro pequeño rincón? ¿Acaso pararán los abusos? ¿Esto servirá de algo?

   – A estas preguntas sólo podemos responder con tristeza y dolor, pues revelan la indiferencia y carente empatía entre personas, el producto de un sistema que rompe al individuo de su colectividad y lo deja a la deriva entre más individualidades, impidiéndole hacer suyo el dolor ajeno, arrebatando esa justa indignación que generan los agravios y los viles asesinatos cometidos por “grupos poderosos” sobre “otros”, es decir sobre: pueblos que buscan su lugar en esta Tierra, familias que desean vivir en armonía, jóvenes que quieren crecer y desarrollarse, niñas y niños que van a la escuela, personas que sólo quieren vivir.

 

     Quizás para este punto estés harto y exijas respuesta. Pero, es esa misma desesperación la que no deja entender el por qué hay que levantar la voz y exigir justicia. Probablemente tengas razón siguiendo una línea de pensamiento del tipo “fast food”, desde ese punto de vista ningún esfuerzo moral sirve, y ahí en ese sentido siempre habrás de tener razón, porque el apoyo nunca se verá directamente, pero la solidaridad no es tan cuadrada y tiene muchas formas.

    En primer lugar, la denuncia (por más pequeña que sea), juega un papel fundamental en cualquier lugar dibujándonos un mundo nuestro y real, poco relacionado con el absurdo que el marketing y el consumismo nos dibujan día a día, y puede ser (es) que una humilde volanteada no sea rival para el monstruoso aparato comercial, pero es un esfuerzo, una resistencia que no deja imponer la única visión del mundo, la visión de consumo (que al final habrá de consumirnos), y  que por el contrario, siempre se esforzara por traer realidades y hacernos sentirlas en lo más profundo del cuerpo, pues aunque no nos demos cuenta son tan nuestras como cuando matan a algún fulano en un municipio del estado o como cuando el crimen organizado asesina miserablemente a un familiar nuestro. La denuncia a diferencia de la vulgar noticia (tendenciosa, amarillista o sensacionalista) nos hace acreedores de una realidad propia que nos involucra a participar, devolviéndonos nuestro sentido activo en la sociedad, pues “ni una persona es ajena a ti, porque están en una realidad que comienza en tu piel”, radicalmente distinto al papel “neutral” de la información tradicional que deja al sujeto social pasivo, sólo como espectador.

     Dos, esa denuncia, ese murmullo que recorre los pasillos de tan distintos rincones, funciona de igual forma. En algún momento será un rumor, uno de esos rumores incomodos que van formando las condiciones que habrán de propiciar un grito que diga: “¡Basta!”, y así, como menciona el Sup, se convierta en un escudo blindado que evite balas calibre 5.56 mm y 9 mm, o bien, ya no tan románticamente, si abra espacio a que la justicia popular sea ejercida sobre toda impunidad e interés maldito. Con un obvio, suponemos, camino de esfuerzo, trabajo, lucha y organización entre iguales.

     Tercer punto, para aquellos semejantes que se encuentran en esos rincones “ajenos” y tienen oportunidad de notar que no están solos, la protesta y la denuncia de otros puntos geográficos habrá de tomar un lugar importante en la primera línea de la defensa de su (nuestra) moral. Pues, cuando todo el ambiente desolador invita a resignarse y esperar el quien sabe cuál destino (es decir, como disponen los intereses de esos poderosos sobre las vidas humanas), dan un aliento a seguir soportando, un brazo que, si bien no levanta, si anima a seguir, un poco de luz para que esa llama de la esperanza no muera. Y no, no es especulación, es cosa que ya ha pasado y testimonios abundan a lo largo del globo. La moral del que resiste debe soportar hasta el final, pues al aplastarla, aplastan todo camino que no sea el suyo (de los poderosos), tan bien sabido es por ellos mismos que por nada la psicología militar tiene un lugar especial en su arsenal. Cualquier argumento que busque alejarnos los unos a los otros, bajo absurdos pretextos como la distancia (más invalido hoy que tenemos grandes medios de comunicación participativa como el internet) no es otra cosa más que una respuesta automática y defensiva del sistema actual que no quiere dejar huecos a una colectividad que nos diga que no estamos solos y hay más seres humanos como nosotros.

     Alzar la voz definitivamente sirve para cambiar las condiciones, es un foco de resistencia que incomoda e impide los abusos desmedidos que en otros tiempos se hubieran cometido. Muchas veces olvidamos que por simplemente ser parte de un pueblo tenemos poder político y una muestra de que lo tenemos, es que los genocidios (que si se practican) no se dan (tan) descaradamente y sus ataques siempre abogan razones de un orden superior que lamentablemente tienen que cumplir, en lugar de realizar masacres como en otros tiempos se hizo contra “los enemigos”. A tal punto la denuncia solidaria guarda en si un poder valiosísimo que grupos conservadores la utilizan para alcanzar sus fines (muchos son los casos). Por estos hechos y estas razones se comprende el poder y el valor de la solidaridad internacional, mostrando que es imprescindible en la resistencia contra el abuso de los poderosos, de modo que el internacionalismo nos abre la puerta a conocer a nuestros semejantes, a nuestros compañeros de abajo, a los que están y estarán con nosotros; pero, igual o aún más importante, porque no es de humanos callar la injusticia y las abominaciones que un grupo realiza sobre cualquier otro ser humano y ser vivo, porque por más justificaciones que se busquen esas son acciones reprobables que no debemos permitir. Recordemos que el que calla otorga.

P.D.: Pero si, para esto, las respuestas no convencen, no son razón suficiente para comprender, o (a criterio propio) no son respuesta al por qué alzar la voz, esto será resultado de: la sistemática amputación de la empatía, es decir de la individualización egoísta que promueve el sistema y/o; por la inexistencia de la noción del sujeto creador de la historia, esa noción del ser humano construyendo en el caos sin saber lo que se viene, o sea el ser una persona pasiva que sólo espera el cambio sin esforzarse, olvidando que el campesino trabajo durante largo tiempo la árida tierra, sin saber si en esta llovería o helaría, antes de hacerse del fruto de su cultivo. (También, consecuencia del sistema…).

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