Por Elsa
Como militantes comunistas manifestamos seguros que nuestro referente moral no se encuentra en este sistema, salvo en casos aislados. Que nuestro referente moral es el “hombre nuevo”.
Pero no es por lo menos un ideal claro, no sabemos concretamente cuáles son los preceptos morales que debe seguir un hombre nuevo. Encontramos algunas caracterizaciones en los discursos de los grandes en Fidel, en Lenin, en el Che. Pero ninguno de ellos se ha dedicado a describir a tal hombre minuciosamente. Y aunque la realidad inmediata sí nos da un referente para actuar como el hombre nuevo, o por lo menos acercarnos a lo que debiera ser, sabemos también que como tal, el hombre nuevo, no puede existir más que en la sociedad nueva. Nos dice Lenin: no procedas como burgués, nos dice Fidel: no desprecies el trabajo, nos dice el Che: sé sensible. Aun así no conoceremos al hombre nuevo mientras no exista esa realidad nueva. Mientras tanto, el comunista, es aquel que lucha a diario por la realidad nueva, y que lucha contra sí mismo y contra este sistema económico por ser aunque sea un pequeño atisbo del hombre nuevo.
Pero luego nos encontramos con un problema. Sabemos más o menos cómo actuar en la cotidianidad organizativa como comunistas. Habremos de no despreciar el trabajo, ser disciplinados, comprometidos, habremos de escuchar y respetar al otro, de ser democráticos, entusiastas, etc. Pero no sabemos cómo se actúa como comunista en la vida diaria, en la vida íntima, en lo “privado”. Porque aunque los grandes comunistas de la historia han hablado sobre qué es ser comunista, poco dijeron (será por falta de tiempo, porque había otras prioridades, o simplemente porque consideraron que eso era punto y aparte) sobre cómo se actúa “comunistamente” en el plano de la sexualidad.
Propuestas hay muchas. Bien podemos atenernos a los designios que vemos, escuchamos y leemos a diario en los medios de comunicación de la clase en el poder. O podemos atenernos a los mandamientos de dios, o a los de tantas religiones y filosofías, o quedarse con lo que los traumas de la infancia le hicieron concluir a uno. O concuerdan conmigo con que poco sabemos de la moral sexual del hombre nuevo, o seguro ya tienen sus “propios” preceptos. Y digo propios entre comillas porque es complicado llegar a un cierto juicio sin las diversas influencias con las que nos topamos en la vida; es decir, que finalmente no son propios.
Cuando se es comunista, se intenta derribar una moral con la que años minuciosamente nos fueron formando, una moral en contradicción. Se intenta extraer a diario una nueva forma de proceder; de cambiar el individualismo, la soberbia, el orgullo, el egoísmo, por un humanismo, por la sensibilidad, la empatía; de cambiar el yo, por el nosotros. Tarea nada fácil. Nos reconforta saber que lo estamos intentando. Pero cuando se trata de la intimidad, de la sexualidad, de las “cosas del amor”, ahí sí: “que nadie se meta”, “mi vida sexual no le incumbe a nadie”; o como se dice coloquialmente, “que haga cada quien con su culo un papalote”.
Estamos equivocados al creer que nos estamos formando como comunistas al hacer la lucha contra la moral individualista sólo en el plano de la organización; pero sin hacerla en el hogar, o para que me entiendan, en la cama. Porque precisamente es en el hogar, en la cama (entiéndase cama como referencia a las cosas de la sexualidad, el amor, la familia etc.) donde el sistema capitalista reproduce su ideología opresora, patriarcal (y no se sientan ofendidos compañeros cada que se dice patriarcado, no está dedicado sólo a ustedes, el patriarcado posa sobre sus hombros tanto como en los nuestros). Es en las cosas del amor, de la sexualidad, de la familia, donde más esmero pone la ideología burguesa en formar a sus cuadros. Es precisamente ahí dónde se nos hará creer con ahínco que la sociedad ahí no puede poner un pie. Si creemos que la sexualidad es un asunto personal, un asunto que cada quien resuelve como mejor le plazca, la ideología patriarcal habrá logrado con éxito su cometido. Ahí ya no tiene nada más que hacer.
Divorciamos el mundo de la moral sexual al de la moral en general. Fíjense el tamaño de la contradicción: mientras que nuestra moral está en la senda del cambio, nuestra moral sexual está quietecita, esa está dicha hoy y para siempre, no hay nada que cambiarle. Compañeros, la moral sexual es parte del mundo de la moral, y si en lo tocante a la sexualidad no hay cambio; entonces no lo hay. Podremos tener una militancia intachable, una gran humildad y sensibilidad, un extremo compromiso con la revolución, pero si nuestra sexualidad no se distingue de la de los cuadros de la burguesía, nos falta mucho por recorrer.
No se interprete esto con que debemos atender cualquier comentario o consejo de toda persona, sea un camarada, un fiel católico, un anarquista, o un liberal burgués. A lo que me refiero es a que debemos considerar la sexualidad como un problema que compete a todos, a nuestra organización, a la sociedad. Porque finalmente toda sociedad cuenta con una moral sexual específica. La pregunta es, en una sociedad formada por siglos con la filosofía cristiano-católica, influenciada por filosofías sexuales liberales, y sobre todo, en una sociedad capitalista y por lo tanto patriarcal ¿Cuál es la moral que nosotros, los militantes por el comunismo estamos practicando? ¿Somos conscientes de la influencia que ejerce todo esto en nuestro actuar sexual?
Claro está que no podremos practicar la moral sexual socialista en el actual estado de cosas. Y menos si no sabemos aún en qué consiste la moral sexual socialista.
Lo que podemos comenzar a hacer es no juzgarnos. Porque no sabemos dé que moral sexual procedan nuestras críticas. O juzgar sólo a partir de nuestra filosofía. Apegándonos lo más posible a un análisis crítico, científico, dialéctico. Poner en duda nuestros preceptos sexuales. Enfrentar a nuestro inconsciente. Reflexionar y discutir. Y en la medida de lo posible imaginar cuál debiera ser la moral sexual de un militante comunista. Preguntarnos a cuál moral sexual responde nuestra vida sexual, hacernos conscientes. Y si encontramos que nuestra sexualidad es individualista, opresora, patriarcal, tratar el dejar de practicarla. Preguntarnos ¿cuál es la moral sexual deseable para un comunista, cuál es su aspiración? para empezar a construirla. Sacar esa discusión de la habitación, hacerla de dominio público será el primer paso.
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