La sociedad mexicana enfrenta hoy una serie de crisis, algunas más manifiestas y visibles como la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2; y otras son estructurales como la económica, la de desigualdad, y la medio ambiental que se han agudizado mientras se intenta combatir el virus. Y, a pesar de todo esto, la “resistencia” al gobierno de Andrés Manuel por parte de ciertos grupos de la oposición conservadora ha continuado tomando fuerza.

El 3 de abril del año en curso, Gilberto Lozano, ingeniero graduado por el Tecnológico de Monterrey, cofunda el Frente Nacional Anti-AMLO (FRENA) para “tirar el cuatrote comunista”. Desde entonces y hasta día de hoy sus demostraciones de “fuerza”, alegatos y marchas como “la principal fuerza opositora” (por lo menos la más difundida por los medios tradicionales de comunicación) han sido, a lo sumo, un mal chiste. Con flamantes y soberbias afirmaciones de Gilberto como, “Se confirma que la invasión de centroamericanos […] ERAN para usarlos contra los ciudadanos mexicanos”, o “No se que les dieron en el agua, […] lo que les dieron los está castrando, y dejando estériles porque cuando tu hablabas de los sinaloenses era gente bragada, era gente valiente que no iba a permitir que te pintaran un arcoíris en la calle, ¿Qué pasó ahora? Los Mochis se convirtió en Muxes” y otras tantas citas que reflejan violencia, torpeza política, machismo, y en una palabra, fascismo (como pedir a las FF. AA. un golpe de Estado).

Gilberto Lozano

¿Cómo es posible que un grupo tan conservador, de personas acomodadas, católico, que se presenta como un faro de moralidad y un ejemplo a seguir, se conduzca de un modo tan obsceno de forma pública? Debemos darnos cuenta que este ha sido un reflejo del reforzamiento que han tenido las fuerzas de la extrema derecha en nuestro continente, como Jair Bolsonaro, Nayib Bukele o Donald Trump.

Sin embargo, no debería de sorprendernos, porque precisamente esa es la identidad de los “cristianos conservadores”: una combinación de contradicciones que estructura su ideología y, por lo tanto, forma su manera de actuar, que presenta falsas dicotomías, es violenta, y desprecia los más elementales derechos conseguidos con tanta sangre. Por ejemplo, demuestran una clara apatía y desprecio hacia sectores de la población que percibe están fuera de su grupo LGBTTTIQ+, personas con escasos recursos, “chairos”, etc.), mientras afirman ser millones de mexicanos, que son “el pueblo”. Tienen una falsa consciencia, que defiende a capa y espada los intereses “de todos los mexicanos”, pero al mismo se tiempo se llaman “dueños de México”, manifestando así que se sienten patronos del resto de los ciudadanos y en realidad los intereses que los mueven son personales.

Plantón con casas de campaña vacías.

El culpar al presidente de “comunista” tiene en este sentido la misma función que la “conspiración judía” antisemita y el “marxismo cultural”, neonazi. Al no ver más allá de sus narices, al no comprender los problemas socioeconómicos y el descontento general con el neoliberalismo, proyectan o transfieren las desigualdades sociales propias del capitalismo a una causa externa. Por lo que el “Ganso Bolivariano” es lo único que pueden alcanzar a ver como causa y consecuencia de los problemas sociales. Problemas que quizá, si tuvieran las herramientas intelectuales necesarias para comprenderlo, encontrarían que son propias al mod de producción capitalista.

En 1902, Lenin escribió “¿Qué hacer?” en donde se puede leer “la famosa libertad de crítica no significa sustituir una teoría con otra, sino liberarse de toda teoría íntegra y meditada; significa eclecticismo y falta de principios”. Hoy en día es así como precisamente se disfraza la ideología, como lo contrario, como crítica a la ideología.

Por ejemplo, José Antonio Meade, con quien el PRI tuvo que reformar sus estatutos para poner de candidato presidencial a una persona que jamás había militado en el partido; vendieron a Meade como un “ciudadano promedio”, que no militó antes en ningún partido político. Otro serían los ciudadanos “apartidistas” del PAN, que se publicitan a sí mismos como si fuesen verdaderamente representantes de la mayoría de los mexicanos. O el PES, hoy resucitado, que también es de otra ultraderecha fanática, la evangélica, que misteriosamente es aliada de la 4T momentáneamente. Y, por último están políticos de diferentes partidos que migraron a MORENA con la intención de mejorar su posición. Y más recientemente FRENA, que revitaliza a personajes tradicionales y partidistas de la política mexicana, repintándolos ahora como si fueran ¿qué exactamente? Fascistas, hay que decirlo con todas sus letras.

Nuestra posición política es clara:

Vivimos hoy una coyuntura histórica en la que, la sociedad tiene que elegir un camino u otro.  Las contradicciones del capitalismo son tales hoy en día que pareciera que se acerca a su final, por eso mismo, como ya la Historia lo ha demostrado, se están alzando las banderas del fascismo para aplastar las ideas que liberarán a las personas trabajadoras. FRENA y tantos grupos más, no son más que la manifestación del ala más reaccionaria del capitalismo mexicano, tenemos que combatirlos, destruirlos. Pero estos grupos no son los únicos enemigos, también lo son los partidos como los que llevaron al poder a AMLO, que están al servicio del capital nacional con sus proyectos de muerte, con sus guardias blancas, con su tibieza que sólo funge como válvula de escape para la digna rabia proletaria.

El cambio es inevitable, la revolución es inevitable, las crisis que hoy se amalgaman en el actual modo de producción lo transformarán nuevamente. Nuestro trabajo como comunistas es, pues, no evitar la inexorable tragedia a la que nos acercamos, sino antes bien, acelerarla, aprovechar las coyunturas estructurales que el capitalismo presenta para destruirlo y construir un nuevo mundo que solo en el socialismo es posible.

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