Daniel Medina | Colectivo La Comuna / Zacatecas.

Después de 3 años de una guerra civil México está desangrado, parece que el triunfo liberal en la Guerra de Reforma pondrá fin a décadas de inestabilidad y guerras. Juárez gobierna, pero el país no tiene dinero, el presidente anuncia en octubre de 1861 que la nación no pagará la deuda externa. Esta declaración prende alarmas y activa ambiciones en Europa. El imperio francés, al mando de Napoleón III, ve la oportunidad para iniciar una aventura imperialista en América aprovechar la inestabilidad y conflicto que ocurre en EE.UU. México parece el punto perfecto de partida y Napoleón III tiene el casus belli que buscaba. Francia, Inglaterra y España se alían para invadir el país y exigir el pago. Toman Veracruz, el gobierno mexicano negocia: se compromete a pagar la deuda con cada país. Inglaterra y España se retiran, Francia, que desde el principio mostró una actitud belicosa, avanza a la capital. El único obstáculo entre las tropas galas y la Ciudad de México es Puebla, si cae, todo estará perdido.

La Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862 merece toda la fanfarria, quizá no tenga la espectacularidad del Sitio de Puebla de 1863 –más de 60 días de cañonazos, ofensivas, lucha dentro y fuera de fuertes y conventos; encarnizados combates calle por calle, cuadra a cuadra, casa por casa y barricada a barricada-. Tampoco tiene la contundencia del Sitio de Querétaro en 1867 -60 días de combates hasta la capitulación de Maximiliano-, pero el 5 de Mayo es la primera victoria ante el mejor ejército del mundo, un victoria que nadie, ni siquiera Zaragoza o las tropas del Ejército de Oriente imaginaron en sus mejores fantasías. Todo indicaba que se perdería, que no había oportunidad. En la mente de los mexicanos que estuvieron ese día quizá rondó por mucho tiempo la idea de perder, pero la consigna estaba clara: o los paramos o nos matan, pero de Puebla no nos movemos.

No es broma ni historia de bronce, el ejército francés sí era el mejor del mundo en ese momento. Al mando estaba Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez. Comandante con amplia experiencia en el campo de batalla, graduado de la academia militar de Saint-Cyr, la mejor del mundo. Sus soldados, entre los que figuran los famosos suavos, combatieron en el norte de Italia, Argelia y Criman. Por citar un ejemplo: el 99° de línea estuvo en Sebastopol y tomó los fuertes de Malakoff, una de las batallas más feroces y sangrientas del siglo XIX, la hazaña francesa dejó en ridículo al ejército del imperio británico. Sí, eran el mejor ejército del mundo y avanzaban sobre Puebla.

Del lado mexicano las cosas resultaban diferentes. En los generales del Ejército de Oriente no se encontrarían las excelentes notas, menciones honoríficas y demás oropel con que contaba Francia. Zaragoza ni siquiera era egresado de la academia, pero no lo necesitaba, forjó su estrella como militar y estratega en la Guerra de Reforma.

¿Y qué hay del Ejército de Oriente? Sus soldados vienen de tres años largos de batallas encarnizadas, guerra de guerrillas, ataques, retiradas, contraataques, o al menos aquellos que sobrevivieron, muchos son reclutas con poca o nula experiencia, además está diezmado. La Brigada Oaxaca, de los mejores soldados y con más fuelle en combate, pierde 1322 soldados en la explosión del polvorín en San Andrés Chalchicomula. La artillería es inferior, los soldados no están bien alimentados, mal pertrechados y ya con una derrota a cuestas en Acultzingo porque Zaragoza quiso probar la fuerza gala antes de Puebla.

El 3 de mayo Zaragoza regresa a Puebla. Los exploradores mexicanos le informan que el general conservador Leonardo Márquez, el infame Tigre de Tacubaya, se dirigía con una columna de caballería por el camino de Atlixco. Ignorar a Márquez significaría dejar el camino libre a Puebla y quedar atrapados. El general tomó una decisión muy arriesgada, manda 2 mil soldados al mando de Tomás O’Horán para combatir. Zaragoza no se enterará de la victoria republicana y la dispersión de los conservadores hasta después del 5 de mayo.

Lorencez avanzó. Su arrogancia era del mismo tamaño que el desprecio que siente por México y sus habitantes. Desestima los consejos de Almonte, el general mexicano conservador, sobre rodear la ciudad y atacar desde el sur. Recibe informes del clero poblano sobre la disposición de las tropas y detalles de los fuertes que la defienden. Lorencez lo tiene claro: irá directo sobre los fuertes de Loreto y Guadalupe, aplastará la resistencia y desde ahí el camino a la capital será un paseo. En el mundo retorcido del imperialismo, los pueblos americanos no tienen oportunidad de victoria ante un superior, el mismo Lorencez lo dejó claro en la carta que envió a Napoleón III: “Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6,000 valientes soldados, ya soy dueño de México”, se tragaría sus palabras una por una.

El 5 de mayo Zaragoza forma a sus hombres y los prepara para la batalla. Les da una arenga:

Soldados, os habéis portado como héroes combatiendo por la Reforma. Vuestros esfuerzos han sido siempre coronados por el éxito. Hoy vais a pelear por un objeto sagrado, vais a pelear por la Patria y yo os prometo que en la presente jornada conquistaréis un día de gloria. Vuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero vosotros sois los primeros hijos de México.

Aquellos que decían ser superiores en “organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades”, avanzaron hacia Loreto y Guadalupe. Dos veces ascendieron el cerro, dos veces los hicieron retroceder. Lorencez envió una tercera carga y esta sí llegó hasta las trincheras de los fuertes, se combatió en los muros y al no tener fusiles, los artilleros de Veracruz tomaron las balas de cañón y las arrojaron a los suavos. Justo los que se decían superiores de raza corrieron cuando los indígenas de Tetela de Ocampo, sólo uno era zacapoaxtla, bajaron descalzos de los cerros con machete en mano, a los franceses se los comió el miedo.

Ese 5 de mayo de 1862 el Ejército de Oriente obtuvo la victoria más inesperada de su historia. Nadie daba oportunidad a las tropas de Zaragoza, y éstas respondieron tan fuerte que todavía 160 años después lo celebramos porque derrotaron a un imperio, porque le cerraron la boca a quienes los despreciaban, porque les hicieron ver a la rancia monarquía y la burguesía europea que quería expandir sus mercados y saquear la riqueza natural de México, que si querían tomar el país lo harían únicamente sobre los cadáveres de quienes lo defendieran, y si por la fuerza lograban su meta, la obtendrían después de pagar un alto precio de sangre. Sí, era el mejor ejército del mundo y cuando llegó a Puebla el 5 de mayo se estrelló en los muros de Loreto y Guadalupe. Era el mejor ejército del mundo, pero se topó con Zaragoza y el Ejército de Oriente y cayeron derrotados.

No terminó ahí, los que se sentían superiores regresaron un año después, 1863, con más de 30 mil soldados. Sitiaron Puebla y enfrentaron de nuevo al Ejército de Oriente ahora mejor pertrechado. Tomaron la ciudad, pero no fue por la fuerza o porque pasaran encima de los mexicanos, sino porque se acabaron las municiones de quienes defendían Puebla. Tomaron la Ciudad de México y trajeron a un emperador, Maximiliano, para actuar como sátrapa de un Estado clientelar francés. Durante 5 años jugaron a los soldaditos en su aventura imperialista a costa de la sangre y sufrimiento de los mexicanos, 5 años se sintieron dueños de la nación y como el 5 de mayo del 62, salieron huyendo en 1867 porque, si bien controlaron las principales ciudades del país y todas las capitales de los estados, nunca detuvieron la resistencia de la Chinaca, nunca lograron someter a los republicanos. Esos que se sentían superiores se retiraron y dejaron solo a su emperador marioneta que terminó encerrándose en Querétaro. Esos que se sentían superiores huyeron, los derrotaron y su emperador títere volvió a Europa en ataúd junto a las ambiciones imperialistas.

¡Viva Ignacio Zaragoza!

¡Viva el Ejército de Oriente!

No responses yet

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *