El proceso electoral del año 2018 es el más grande de la historia contemporánea de México. En esta jornada se elegirán 128 cargos para el senado de la república, 500 para la cámara de diputados, 9 gubernaturas, y lo más importante, la presidencia de la república.
Dada la magnitud de la elección que hay en puerta, es comprensible que este proceso electoral será el más disputado. Sin embargo, pese a la disputa existente, la campaña actual se está desencadenando en medio de una crisis en el sistema político. Por un lado, el PRI apuesta a la obvia continuidad de su política neoliberal mediante el tecnócrata de José Antonio Meade. Las recientes polémicas que han derivado en la prisión preventiva de los ex gobernadores de Veracruz y Quintana Roo, Javier Duarte y Roberto Borge, acusados de delitos como lavado de dinero, desvió de recursos y crimen organizado, han sacado a la luz, una vez más, el carácter criminal que el PRI ha ejercido a lo largo de su historia. Es por esto que el PRI deja su candidatura en manos de un sujeto “independiente”, que no es militante de dicho partido, en un intento desesperado de limpiar su imagen, ejercicio por demás inútil, ya que la administración de Enrique Peña Nieto ha incrementado la crisis nacional. La pobreza e inseguridad han crecido a niveles alarmantes, siendo lo único que sostiene al régimen la violencia del Estado y la bendición del mercado internacional el cual logró una victoria importante con la aprobación de las reformas estructurales durante la administración de Peña.
Por su lado, el PAN se ha enfrentado a una profunda división interna que amenaza con desintegrar al partido. Acción Nacional, de carácter conservador, se ha dividido entre quienes apoyaban a Margarita Zavala y quienes apoyan al virtual candidato de este partido, Ricardo Anaya. La única virtud de Zavala es ser la esposa del genocida y fascista Felipe Calderón, responsable de la grave crisis humanitaria que el país ha vivido desde el año 2007. En un intento de reelección disfrazada, Calderón no logró el respaldo de su partido, siendo rechazado por un sector que, si bien es profundamente conservador en lo ideológico, también pretende ser liberal en lo político, cualidad que choca con el recalcitrante autoritarismo de Calderón. Sin embargo, el PAN en cumplimiento de su labor como partido de la burguesía, ha sido el principal aliado del régimen para legislar todas las reformas necesarias para el capital. Ricardo Anaya, quien se publicita a sí mismo como un férreo opositor al PRI, siendo presidente nacional de este partido, no tuvo problema alguno para apoyar y aprobar todas y cada una de las reformas neoliberales dictadas por el capital financiero, así mismo, fuera de los periodos electorales, el PAN resulto ser el mejor aliado del PRI tanto en la cámara de diputados como en la de senadores.
Las actitudes del PRI y el PAN son congruentes a su naturaleza burguesa. Históricamente estos partidos han estado vinculados a los grupos de poder nacionales y regionales y no es de sorprender que su praxis esté orientada a preservar las relaciones de dominación.
Por otra parte, la izquierda liberal se encuentra en una situación muchísimo más crítica. El PRD prácticamente se ha convertido en un partido en ruinas cuyo membrete de izquierda no es más que una máscara bufonesca que encubre su verdadera naturaleza oportunista. Los restos del naufragio llamado PRD han optado por una alianza con el derechista PAN en el llamado Frente Amplio Democrático, algo incongruente e ilógico, pues una alianza entre una izquierda que se llama a sí misma como “progresista” con un partido que es enemigo de muchas de las reivindicaciones de la izquierda, tales como el reconocimiento de derechos civiles a los homosexuales, de la libertad de elección de las mujeres a concebir o no, que ha buscado restituir derechos políticos al clero y que se ha opuesto incluso a las campañas de promoción de métodos anticonceptivos no puede significar otra cosa más que una táctica desesperada del partido por sobrevivir y seguir viviendo cómodamente del erario público.
Por su parte, Morena, quien se ha convertido en el enemigo a vencer por todos y cada uno de los partidos políticos mencionados con anterioridad, lejos de representar una verdadera opción de cambio y de representatividad popular, se ha convertido en una amalgama extraña y caricaturesca. Si al PRD le costó 15 años demostrar que era un partido oportunista y ajeno a las necesidades populares, a Morena le costó 4 años demostrarlo. De principio, el partido no es otra cosa más que una secta alineada a los caprichos de Andrés Manuel López Obrador, quien en su afán de ganar la presidencia de la república no ha hecho más que desmontar paulatinamente su propio discurso. En 2006 se podía hablar de un López Obrador que, si bien era socialdemócrata y con matices de nacionalismo del viejo PRI, se podían hallar ciertos elementos de resistencia en contra del neoliberalismo, hoy en día tal postura ha quedado en el pasado. AMLO ha buscado tejer alianzas con banqueros y empresarios,ha señalado que no derogará ninguna de las reformas aprobadas durante el sexenio de Peña, ha incorporado a su partido a ex priistas como Esteban Moctezuma Barragán, ex secretario de gobernación en el sexenio de Ernesto Zedillo y señalado como uno de los autores de la estrategia contrainsurgente aplicada contra el EZLN y presidente ejecutivo de Fundación Azteca, del Grupo Salinas; quien ofrece no sólo amnistía y perdón a los miembros de la llamada mafia del poder (en teoría su principal enemigo) sino también a los capos y miembros del crimen organizado, acción que dejaría en la impunidad a las miles de víctimas cuyos familiares han sido asesinados y desaparecidos. Morena, en su afán de seguir un camino pragmático, ha renunciado completamente a ser una oposición real, sin embargo, el mesianismo de su líder concentra a su alrededor a un gran número de personas, muchas de ellas con un anhelo real de generar un cambio radical, pero que no pueden concebirlo más allá de su líder.
Por su parte, los independientes en su mayoría son exiliados de otros partidos o caudillos del aire sostenidos por intereses empresariales. Ejemplo de esto son Margarita Zavala y Armando Rios Piter, exiliados del PAN y el PRD respectivamente. La primera, como se señaló, no es más que una muñeca de paja mediante la cual Felipe Calderón busca la reelección. Zavala es respaldada principalmente por miembros de la ultra derecha. Rios Piter por su parte, es un liberal de izquierda que no fue beneficiado por el Frente Amplio Democrático, y su propuesta no va más allá de la típica izquierda socialdemócrata. Por otra parte, figuras como El Bronco Jaime Rodríguez y el periodista Pedro Ferríz de Con son sostenidos por pequeños grupos de empresarios que no se sienten representados por la cúpula partidista tradicional.
Otra propuesta es la del Concejo Nacional Indígena y el EZLN con la candidatura de María de Jesus Patricio, Marichuy. Si bien, la propuesta del CNI si representa una opción de oposición con principios anticapitalistas, que políticamente pone en la agenda las problemáticas de los pueblos indígenas, así como de los sectores más pobres y marginados del país, y alrededor de ella han logrado unirse diferentes sectores y corrientes de oposición desde socialistas, anarquistas, socialdemócratas, etc., algo que ni en sueños ha logrado la izquierda electorera, la propuesta se ha topado con grandes obstáculos. El primero de todos es la recolección de las firmas. El INE destinó para esta tarea una aplicación que solo puede ser instalada en teléfonos de última generación, sin mencionar que esta misma posee diversos fallos técnicos. Pero sin duda el más importante es el problema del racismo en México, de la misoginia, del clasismo y desprecio hacia los más pobres de este país. Contra la propuesta del CNI se ha levantado no sólo la indiferencia de la clase política tradicional, también el de la supuesta izquierda Lopezobradorista, quien a través de periodistas como San Juana Martínez, intelectuales como John Ackerman y un gran grueso de su militancia han proferido calumnias y difamaciones contra el CNI y el EZLN. Algunas de estas son, por ejemplo, la estúpida teoría de que el EZLN es un invento de Carlos Salinas de Gortari, que la propuesta del CNI es un invento del PRI para dividir a la izquierda (como si no lo estuviera ya), y por supuesto, el racismos y machismo, el rechazo a que “una vieja india gobierne México”.
Esto nos demuestra, de nueva cuenta, que los caminos de la democracia burguesa se encuentran cerrados para todos los oprimidos y explotados de este país. Pero no puede ser de otra forma, tal y como Lenin decía:
“La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo; y por lo tanto el capital al dominar. Esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su poder de un modo tan seguro, tan firme, que no lo conmueve ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa.” (Lenin, 1975. p,16).
¿Qué significa esto?, que no importa que partido gane la elección, la estructura de la democracia burguesa está diseñada para perpetuar la dominación del capital. Ninguno de los partidos políticos del sistema electoral mexicano representa una amenaza real para la burguesía, ni siquiera la llamada izquierda. Un rápido vistazo a los programas de los diferentes partidos nos basta para concluir que, en realidad, la jornada electoral de este año es una competencia encarnizada que determinará qué sector de la clase política es más útil a los intereses de la burguesía y quien será el encargado de la administración del aparato burocrático del Estado.
La actual democracia burguesa sólo funciona para legitimar la dominación de la burguesía sobre las clases trabajadoras, “Por eso, aun el Estado democrático, mientras haya explotadores que dominen sobre la mayoría de explotados, será inevitablemente una democracia para los explotadores” (Lenin, 1980, p 68).
El escenario esta puesto para el desarrollo de una jornada intensa donde obviamente habrá violaciones a las leyes electorales, campañas con financiamiento ilegal, y explotación del hambre y necesidad de millones de mexicanos. De igual manera que en el año 2012, es de esperarse que existan movilizaciones de diferentes sectores que, indignados por la grotesca democracia mexicana, salgan a las calles a expresar su legítimo descontento.
Ante este escenario nuestra tarea es obvia, debemos salir a las calles con nuestras banderas en alto, no ocultando en ningún momento nuestro proyecto de transformación de la sociedad. Si algo debemos aprender de la experiencia de 2012 es que las banderas ciudadanistas no funcionan, pues de entrada el concepto de ciudadano que manejan principalmente algunos liberales es el de un ente sin intereses de clase, neutral, que lucha por una libertad abstracta. Dicha postura sólo sirvió para sumir a esos movimientos en meras acciones simbólicas que nunca pudieron materializarse en acciones concretas para transformar la realidad.
¿Cuál es la tarea de los socialistas?, organizarse y luchar. Si algo nos ha dejado la experiencia del CNI es que es posible articular una propuesta que pueda unir a diferentes sectores de la oposición. Las vías democráticas se encuentran canceladas para todos los sectores populistas, insistir en su uso para construir las bases de la transición de un orden capitalista hacia el socialismo es una rotunda necedad:
“Sólo los bribones o los tontos pueden creer que el proletariado debe primero conquistar la mayoría en las votaciones realizadas bajo el yugo de la burguesía, bajo el yugo de la esclavitud asalariada, y que sólo después debe conquistar el Poder. Esto es el colmo de la estulticia o de la hipocresía, esto es sustituir la lucha de clases y la revolución por votaciones bajo el viejo régimen, bajo el viejo Poder. (Lenin, 1973, p.78)
Estos tiempos, donde la burguesía alista su maquinaria de guerra para dar la estocada final contra los oprimidos de la tierra, se hace indispensable la búsqueda de alianzas con diferentes sectores de la lucha popular para impulsar la lucha socialista. Las luchas aisladas en la ciudad, en las escuelas y los barrios no llegarán a ningún lado si no se tejen los vínculos necesarios con otras organizaciones de resistencia en otras ciudades y en el campo. Por supuesto que en este proceso nuestras banderas deben estar en alto, porque lo que se trata es de demostrar que nuestra fuerza sigue viva y que es una verdadera alternativa para trasformar la sociedad.
Referencias bibliográficas:
Lenin, V (1973) Obras selectas, tomo X Moscú, URSS: Editorial Progreso
Lenin, V (1975) El estado y la revolución Moscú, URSS: Editorial Progreso
Lenin, V (1980) La democracia socialista soviética, Moscú, URSS: Editorial Progreso.
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