Alejandro Rodríguez

El 25 de Septiembre de 2014 los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional pusimos a México de cabeza, pues ese día decenas de miles de jóvenes organizados inundamos las calles mostrando nuestra rabia y descontento ante una serie de reformas internas  que atentaban contra nuestra formación académica.

A lo largo del año una serie de planes de estudio venían afectando seriamente la calidad de la enseñanza, sin embargo el cerillo que encendió la bomba dentro del IPN fue el nuevo Reglamento Interno, un estatuto que con pocos argumentos pretendía bajar el nivel educativo, quitar derechos a estudiantes y maestros y otorgar más poder al Director General de esta casa de estudios.

 

Ante estas injusticias dijimos basta y comenzamos a actuar convocando al paro general de labores para el 30 de septiembre, nos atrincheramos en las aulas cambiando la blanda cama por el gélido concreto, los viernes de convivencia por fines de semana de desvelos, a la familia por nuestros compañeros y a nuestra casa por la escuela, con el único fin de defender el legado que nos dejó Lázaro Cárdenas: una educación con base científica y tecnológica que pueda sacar al país adelante.  

El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, mismo que se negó a escuchar a los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas y se acuartelo durante mas de un mes en sus oficinas para no verlos, nos abría las puertas e incluso recibía personalmente nuestro pliego petitorio, afirmando que era capaz de resolver el conflicto del Politécnico en menos de 30 minutos. 

El 3 de octubre el titular de la SEGOB informó que se cancelaban los planes, programas y la aplicación del Reglamento Interno y entregó por escrito una respuesta al pliego petitorio. Sin embargo, a pesar de que ante la sociedad pareciera que su actuar fue honesto y sus intenciones buenas, el documento que recibimos solo era una carta de buenos deseos, pues en ningún momento mencionaba la forma en la que se solucionarían los problemas que aquejan al Instituto. Fue entonces que el paro se hizo indefinido.

Las autoridades nos piden abrir las escuelas para mantener la excelencia académica del  IPN, pero cuando ofrecemos nuestros espacios para hablar  y tratar de resolver de manera civilizada las cosas, los representantes del gobierno no ponen de su parte para la pronta solución del conflicto.

El gobierno nos dice que todo está resuelto y nos exhorta a regresar a clases, sin embargo, cuando preguntamos por el Director General, única figura capaz de comprometerse a cumplir nuestras demandas, no son capaces de respondernos.

Por todas estas razones seguimos protestando, luchamos por un sistema educativo justo y en ese sentido impulsamos la creación de un Congreso Nacional Politécnico, un órgano en el que se escuchen todas nuestras voces y que tenga la fuerza necesaria para defender al IPN de las autoridades corruptas que pretendan imponer sus intereses.

Los problemas que nos aquejan no son exclusivos de nosotros, son el resultado de un régimen que día a día lacera los derechos del pueblo mexicano, en el que los estudiantes somos vistos como una amenaza, en el que la violencia reina y 43 jóvenes desaparecen sin dejar rastro.   

Ante tal situación la organización se hace imprescindible. La educación es el arma que se necesita para acabar con los males que aquejan a la sociedad y nos corresponde a nosotros estar en la primera línea de combate peleando por el futuro. 

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