Madres, Padres y Familiares de nuestros hermanos asesinados y desaparecidos en Iguala, Guerrero:
Estudiantes de la Escuela Normal “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero:
Hermanos y hermanas:
Agradecemos de todo corazón que nos hayan dado su palabra.
Sabemos que para poder traernos esa palabra directa, sin intermediarios, sin interpretaciones ajenas, tuvieron que viajar muchas horas y padecer cansancio, hambre, sueño.
Sabemos también que para ustedes ese sacrificio es parte del deber que sienten.
El deber de no abandonar a los compañeros desaparecidos por los malos gobiernos, de no venderlos, de no olvidarlos.
Por ese deber es que iniciaron su lucha aun cuando no se les hacía el menor caso y los hermanos hoy desaparecidos eran catalogados como “pelones”, “novatos”, “revoltosos”, “futuros delincuentes que se lo merecían”, “porros”, “radicales”, “nacos”, “agitadores”.
Así los llamaron muchos de los que ahora se amontonan alrededor de su digna rabia por moda o conveniencia, cuando entonces querían culpar a la Normal Raúl Isidro Burgos de la desgracia.
Todavía hay quienes allá arriba lo siguen intentando, queriendo distraer así y esconder al verdadero culpable.
Por ese deber ustedes empezaron a hablar, a gritar, a explicar, a contar, a usar la palabra con coraje, con digna rabia.
Hoy, en el montón de palabras huecas que otros y otras arrojan sobre su digna causa, ahora se pelean ya por quién hizo que fueran conocidos, escuchados, comprendidos, abrazados.
Tal vez no se los han dicho, pero han sido ustedes, los familiares y compañeros de los estudiantes muertos y desaparecidos quienes han conseguido, con la fuerza de su dolor, y de ese dolor convertido en rabia digna y noble, que muchas, muchos, en México y el Mundo, despierten, pregunten, cuestionen.
Por eso les damos las gracias.
No sólo por habernos honrado con traer su palabra hasta nuestros oídos, humildes como somos: sin impacto mediático; sin contactos con los malos gobiernos; sin capacidad ni conocimientos para acompañarlos, hombro con hombro, en el incesante ir y venir buscando a sus seres queridos que ya lo son también para millones que no los conocieron; sin las palabras suficientes para darles consuelo, alivio, esperanza.
También y sobre todo, les damos las gracias por su heroico empeño, su sabia terquedad de nombrar a los desaparecidos frente a los responsables de su desgracia, de demandar justicia frente a la soberbia del poderoso, de enseñar rebeldía y resistencia frente al conformismo y el cinismo.
Queremos darles las gracias por las enseñanzas que nos han dado y nos están dando.
Es terrible y maravilloso que familiares y estudiantes pobres y humildes que aspiran a ser maestros, se hayan convertido en los mejores profesores que han visto los cielos de este país en los últimos años.
Hermanos y hermanas:
Su palabra fue y es para nosotros una fuerza.
Es como si un alimento nos hubieran dado aunque lejos estuviéramos, aunque no nos conociéramos, aunque nos separaran los calendarios y las geografías, es decir, el tiempo y la distancia.
Y también la agradecemos porque ahora vemos, escuchamos y leemos que otros tratan de tapar ésa su palabra dura, fuerte, lo que es el núcleo de dolor y rabia que echó a andar todo.
Y nosotros vemos, escuchamos y leemos que ahora se habla de puertas que a nadie importaban antes.
Olvidando que hace tiempo esas puertas fueron para señalar a los de afuera que para nada eran tomados en cuenta en las decisiones que tomaban los de dentro.
Olvidando que ahora esas puertas sólo son parte de un cascarón inservible, donde se simula soberanía y sólo hay servilismo y sometimiento.
Olvidando que esas puertas dan sólo a un gran centro comercial a donde el pueblo de afuera no entra, y en el que se venden los pedazos rotos de lo que fue alguna vez la Nación mexicana.
A nosotros no nos importan esas puertas.
Ni nos importa si las queman, ni si las adoran, ni si las ven con rabia, o con nostalgia, o con deseo.
A nosotros nos importan más sus palabras de ustedes.
Su rabia, su rebeldía, su resistencia.
Porque allá afuera se habla, se discute, se alega, que si la violencia o la no violencia, dejando de lado que la violencia se sienta todos los días en la mesa de los más, camina con ellos y ellas al trabajo, a la escuela, regresa con ellas y ellos a la casa, duerme con ellos y ellas, se hace pesadilla que es sueño y realidad sin importar la edad, la raza, el género, la lengua, la cultura.
Y nosotros escuchamos, vemos y leemos que allá afuera se discuten los golpismos de derecha y de izquierda, que a quién quitamos para ver quién se pone.
Y se olvida así que el sistema político entero está podrido.
Que no es que tenga relaciones con el crimen organizado, con el narcotráfico, con los acosos, las agresiones, las violaciones, los golpes, las cárceles, las desapariciones, los asesinatos, sino que todo esto ya es parte de su esencia.
Porque no se puede hablar ya de la clase política y diferenciarla de las pesadillas que sufren y padecen millones en estos suelos.
Corrupción, impunidad, autoritarismo, crimen organizado o desorganizado, están ya en los emblemas, los estatutos, las declaraciones de principios y la práctica de toda la clase política mexicana.
A nosotros no nos importan los dimes y diretes, los acuerdos y desacuerdos que los de arriba tienen para decidir quién se encarga ahora de la máquina de destrucción y muerte en que se ha convertido el Estado mexicano.
A nosotros nos importan sus palabras de ustedes.
Su rabia, su rebeldía, su resistencia.
Y nosotros vemos, leemos y escuchamos que allá afuera se discuten calendarios, siempre los calendarios de arriba, con sus fechas engañosas que esconden las opresiones que hoy padecemos.
Porque se olvida que detrás de Zapata y de Villa se esconden los que quedaron: los Carranza, Obregón, Calles y la larga lista de nombres que, sobre la sangre de quienes fueron como nosotros, alarga el terror hasta nuestros días.
A nosotros nos importan sus palabras de ustedes,
Su rabia, su rebeldía, su resistencia.
Y nosotros leemos, escuchamos y vemos que allá afuera se discuten tácticas y estrategias, los métodos, el programa, el qué hacer, quién dirige a quién, quién manda, a dónde se orienta.
Y se olvida que las demandas son simples y claras: tienen que aparecer con vida todos y todas, no sólo los de Ayotzinapa; tiene que haber castigo a los culpables de todo el espectro político y de todos los niveles; y tiene que hacerse lo necesario para que nunca más se vuelva a repetir el horror en contra de cualquiera de este mundo, aunque no sea una personalidad o alguien de prestigio.
A nosotros nos importan sus palabras de ustedes.
Su rabia, su rebeldía, su resistencia.
Porque en sus palabras de ustedes también nos escuchamos a nosotros mismos.
En esas palabras nos escuchamos decir y decirnos que nadie piensa en nosotros los pobres de abajo.
Nadie, absolutamente nadie piensa en nosotros.
Sólo aparentan estar para ver qué sacan, cuánto crecen, qué ganan, qué cobran, qué hacen, qué deshacen, qué dicen, qué callan.
Hace varios días, en los primeros días de octubre, cuando apenas se iba comenzando a entender el horror de lo ocurrido, les mandamos unas palabras.
Pequeñas como son nuestras palabras de por sí desde hace tiempo.
Pocas palabras porque el dolor no encuentra nunca palabras suficientes que lo hablen, que lo expliquen, que lo alivien, que lo curen.
Entonces les dijimos que no están solos.
Pero con eso no sólo les decíamos que los apoyábamos, que, aunque lejos, su dolor era nuestro, como nuestra es su digna rabia.
Sí, les dijimos eso pero no sólo eso.
También les decíamos que en su dolor y en su rabia no estaban solos porque miles de hombres, mujeres, niños y ancianos conocen en carne propia esa pesadilla.
No están solos hermanas y hermanos.
Busquen su palabra también en los familiares de los niños y niñas asesinados en la guardería ABC en Sonora; en las organizaciones por los desaparecidos en Coahuila; en los familiares de las víctimas inocentes de la guerra, desde su inicio perdida, contra el narcotráfico; en los familiares de los miles de migrantes eliminados a todo lo largo del territorio mexicano.
Busquen en las víctimas cotidianas que, en todos los rincones de nuestro país, saben que la autoridad legal es quien golpea, aniquila, roba, secuestra, extorsiona, viola, encarcela, asesina, a veces con la ropa de organización criminal y a veces como gobierno legalmente constituido.
Busquen a los pueblos originarios que, desde antes de que el tiempo fuera tiempo, atesoran la sabiduría para resistir y que no hay quien sepa más del dolor y la rabia.
Busquen al Yaqui y en ustedes se encontrará.
Busquen al Nahua y verán que su palabra es acogida.
Busquen al Ñahtó y el espejo será mutuo.
Busquen a quienes levantaron estas tierras y con su sangre parieron esta Nación desde antes de que “México” la llamaran, y sabrán que abajo la palabra es puente que cruza sin temor.
Por eso tiene fuerza su palabra de ustedes.
En su palabra de ustedes se han visto reflejados millones.
Muchos lo dicen, aunque la mayoría lo calla pero hace suyo su reclamo y en sus adentros repite sus palabras.
Se identifican con ustedes, con su dolor y con su rabia.
Sabemos nosotros que muchos les piden, que les exigen, que les demandan, que los quieren llevar hacia un destino o hacia otro, que los quieren usar, que los quieren mandar.
Sabemos que es mucho el ruido que les avientan.
Nosotros no queremos ser un ruido más.
Nosotros sólo queremos decirles que no dejen caer su palabra.
No la dejen caer.
No la desmayen,
Háganla crecer para que se levante por encima del ruido y la mentira.
No la abandonen porque en ella anda no sólo la memoria de sus muertos y desaparecidos, también camina la rabia de quienes abajo son ahora para que los de arriba sean.
Hermanas y hermanos:
Nosotros pensamos que tal vez ya saben que puede ser que se queden solos y que estén preparados.
Que puede ser que quienes ahora se amontonan encima de ustedes para usarlos en beneficio propio, los abandonen y corran a otro lado a buscar otra moda, otro movimiento, otra movilización.
Nosotros les platicamos a ustedes de lo que sabemos porque es ya parte de nuestra historia.
Hagan de cuenta que son 100 los que ahora los acompañan en sus demandas.
De esos 100, 50 los cambiarán por la moda que esté a la vuelta del calendario.
De los 50 que queden, 30 comprarán el olvido que ya ahora se oferta en pagos en abonos y se dirá de ustedes que ya no existen, que no hicieron nada, que fueron una farsa para distraer de otras cosas, que fueron un invento del gobierno para que tal partido o tal personaje político no avanzara.
De los 20 que queden, 19 se correrán despavoridos al primer vidrio roto porque las víctimas de Ayotzinapa, de Sonora, de Coahuila, de cualquier geografía, se quedan en los medios de comunicación sólo un momento y pueden elegir no ver, no escuchar, no leer, dándole vuelta a la página, cambiando de canal o de estación, pero un vidrio roto es, en cambio, una profecía.
Y entonces, de los 100 verán que sólo queda uno, una, unoa.
Pero esa una o uno o unoa, se ha descubierto en las palabras de ustedes; ha abierto su corazón, como decimos nosotros, y en ese corazón se han sembrado el dolor y la rabia de su indignación.
No sólo por sus muertos y desaparecidos, también por ese uno, esa una, eso unoa de entre cien, tienen que seguir adelante.
Porque esa una o uno o unoa, al igual que ustedes, no se rinde, no se vende, no claudica.
Como una parte de ese uno por ciento, acaso la más pequeña, estamos y estaremos las zapatistas, los zapatistas.
Pero no sólo.
Hay muchas, muchos, muchoas más.
Porque resulta que los pocos son pocos hasta que se encuentran y descubren en otros.
Entonces pasará algo terrible y maravilloso.
Y los que se pensaron pocos y solos, descubrirán que somos los mayoritarios en todos los sentidos.
Y que son los de arriba los que son pocos en verdad.
Y entonces habrá que vueltear el mundo porque no es justo que los pocos dominen a los muchos, a las muchas.
Porque no es justo que haya dominadores y dominados.
Hermanas y hermanos:
Todo esto decimos nosotros, según nuestros pensamientos que son nuestras historias.
Ustedes, en sus propias historias, escucharán muchos pensamientos más, así como ahora nos dan el honor de escuchar los nuestros.
Y ustedes tienen la sabiduría para tomar lo que vean bueno y desechar lo que vean malo de esos pensamientos.
Nosotros, nosotras como zapatistas pensamos que los cambios que realmente importan, los que son profundos, los que hacen otras historias, son los que empiezan con los pocos y no con los muchos.
Pero sabemos que ustedes saben que aunque pase de moda Ayotzinapa, que aunque fallen los grandes planes, las estrategias y las tácticas, que aunque se pasen las coyunturas y otros intereses y fuerzas se pongan de moda, que aunque se vayan los que hoy se aglomeran sobre ustedes como animales de carroña que medran sobre el dolor ajeno; aunque todo eso pase, ustedes y nosotros sabemos que hay en todos los rincones un dolor como el nuestro, una rabia como la nuestra, y un empeño como el nuestro.
Nosotros, nosotras como zapatistas que somos los invitamos a que vayan a esos dolores y a esas rabias.
Búsquenlos, encuéntrenlos, respétenlos, háblenlos y escúchenlos, intercambien dolores.
Porque nosotros sabemos que cuando dolores diferentes se encuentran no germinan en resignación, lástima y abandono, sino en rebeldía organizada.
Sabemos que en su corazón de ustedes, independientemente de sus credos y de sus ideologías y organizaciones políticas, la demanda de justicia los anima.
No se rompan.
No se dividan, como no sea para más lejos llegar.
Y sobre todo, no olviden que no están solos.
Hermanas y hermanos:
Con nuestras pequeñas fuerzas pero con todo nuestro corazón hemos hecho y haremos lo posible por apoyar su justa lucha.
No ha sido mucha nuestra palabra porque hemos visto que hay muchos intereses, de los políticos de arriba en primera fila, que quieren usarlos a su gusto y conveniencia, y no nos sumamos ni nos sumaremos al vuelo rapaz de oportunistas sinvergüenzas a quienes nada importa que aparezcan con vida los que ahora faltan, sino llevar agua al molino de su ambición.
Nuestro silencio ha significado y significa respeto porque el tamaño de su lucha es gigante.
Por eso en silencio han sido nuestros pasos para hacerles saber que no están solos, para que sepan que su dolor es nuestro y nuestra también su digna rabia.
Por eso nuestras pequeñas luces se encendieron donde nadie les llevó la cuenta, más que nosotros.
Quienes ven como poca cosa este esfuerzo nuestro o lo ignoran, y nos reclaman y exigen que hablemos, que declaremos, que sumemos ruido al ruido, son racistas que desprecian lo que no aparece arriba.
Porque es importante que ustedes sepan que los apoyamos, pero es también importante que nosotros sepamos que apoyamos una causa justa, noble y digna, tal y como lo es la que ahora anima su caravana por todo el país.
Porque eso, saber que apoyamos a un movimiento honesto, para nosotros es alimento y esperanza.
Malo sería que no hubiera ningún movimiento honesto, y que en todo el largo abajo que somos se hubiera replicado la farsa grotesca de arriba.
Nosotros pensamos que quienes apuestan a un calendario de arriba o a una fecha tope, los abandonarán en cuanto una nueva fecha aparezca en su horizonte.
Llevados de las narices por una coyuntura por la que nada hicieron y que al inicio despreciaron, esperan que “las masas” les abran el camino al Poder y que un nombre supla a otro nombre arriba mientras abajo nada cambia.
Nosotras, nosotros pensamos que las coyunturas que transforman el mundo no nacen de los calendarios de arriba, sino que son creadas por el trabajo cotidiano, terco y continuo de quienes eligen organizarse en lugar de sumarse a la moda en turno.
Cierto, habrá un cambio profundo, una transformación real en éste y en otros suelos dolidos del mundo.
No una sino muchas revoluciones habrán de sacudir todo el planeta.
Pero el resultado no será un cambio de nombres y de etiquetas donde el de arriba sigue estando arriba a costa de quienes están abajo.
La transformación real no será un cambio de gobierno, sino de una relación, una donde el pueblo mande y el gobierno obedezca.
Una donde el ser gobierno no sea un negocio.
Una donde el ser mujeres, hombres, otroas, niñas, niños, ancianos, jóvenes, trabajadores o trabajadoras del campo y de la ciudad, no sea una pesadilla o una pieza de caza para el disfrute y enriquecimiento de gobernantes.
Una donde la mujer no sea humillada, el indígena despreciado, el joven desaparecido, el diferente satanizado, la niñez vuelta una mercancía, la vejez arrumbada.
Una donde el terror y la muerte no reinen.
Una donde no haya ni reyes ni súbditos, ni amos ni esclavos, ni explotadores ni explotados, ni salvadores ni salvados, ni caudillos ni seguidores, ni mandones ni mandados, ni pastores ni rebaños.
Sí, sabemos que no será fácil.
Sí, sabemos también que no será rápido.
Sí, pero también sabemos bien que no será un cambio de nombres y letreros en el criminal edificio del sistema.
Pero sabemos que será.
Y sabemos también que ustedes y todos encontrarán a sus desaparecidos, que habrá justicia, que para todas y todos los que han sufrido y sufren esa pena habrá el alivio de tener respuestas al por qué, qué, quién y cómo, y sobre esas respuestas no sólo construir el castigo a los responsables, también construir lo necesario para que no se repita y que el ser joven y estudiante, o mujer, o niño, o migrante, o indígena, o cualquiera, no sea una marca para que el verdugo en turno identifique a su próxima víctima.
Sabemos que así será porque hemos escuchado algo que tenemos en común, entre muchas otras cosas.
Porque sabemos que ustedes y nosotros no nos venderemos, que no claudicaremos y que no nos rendiremos.
Hermanos y hermanas:
Por nuestra parte sólo queremos que lleven con ustedes este pensamiento que les decimos desde el fondo de nuestro corazón colectivo:
Gracias por sus palabras, hermanas y hermanos.
Pero sobre todo, gracias por su lucha.
Gracias porque al saberlos, sabemos que ya se mira el horizonte…
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Subcomandante Insurgente Moisés.
México, a 15 días del mes de noviembre del 2014, en el año 20 del inicio de la guerra contra el olvido
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