Todos deberíamos de apostar por una educación donde desarrollemos la ciencia y la igualdad.
Una educación donde avancemos hacia la erosión de los roles actuales de género, y que proporcione condiciones reales para la formación de una conciencia de clase, que cuestione al sistema, pero que incluso se cuestione a sí misma, que prepare sujetos libres, en otras palabras una verdadera educación integral.
Para que lo anterior sea posible, se requiere formar docentes que estén preparados para enfrentar vicisitudes, pero sobre todo, que la educación esté al alcance de todos/as.
En México esta es una lucha histórica que ha permeado a través de generaciones, y que hoy recae en el combate a la mal llamada “Reforma Educativa”.
Esta Reforma, que más que educativa es una reforma laboral, ha sido defendida por los sectores poderosos que esperan obtener dividendos de la precarización de la educación pública. Tales sectores neoliberales han pasado los últimos años atacando a los docentes que se oponen al flagrante atropello, acusándoles de no estar preparados, o de ser burócratas que aprovechan su puesto para no trabajar o bien para trabajar lo menos posible. Pero nada de lo mencionado representa la realidad que viven miles de maestras/maestros en toda la república mexicana.
El docente, tiene un papel preponderante en el desarrollo de las sociedades, y es esta enorme responsabilidad, aunada a las condiciones poco favorables de la mayoría de la población, lo que los obliga frecuentemente a hacer uso de recursos propios y tiempo libre para no descuidar la educación de sus alumnos. Esto es aún más patente en regiones de bajos recursos, donde los maestros frente a un estado ausente, en algunas ocasiones toman otras funciones en las comunidades.
Y sin embargo a pesar de la enorme labor que hacen día a día, estos maestros/maestras son blanco frecuente de ataques sólo por no dejarse pisotear. Esto se relaciona con la manera en que la docencia ha sido vista por mucho tiempo, es decir, como un bote de basura en donde la sociedad deposita sus responsabilidades y el sistema sus carencias, alguien a quien culpar y dónde colocar las frustraciones. Y en este caso no es diferente, sólo que ahora es la clase política al servicio de la burguesía la que orquesta estos agravios orientados a desacreditar el movimiento magisterial.
Con esto la burguesía busca que los docentes bajen la cabeza y acepten resignadamente las condiciones que se les ofrece, lo que inevitablemente traerá consigo el debilitamiento de la educación pública. Desde la lógica burguesa es imposible comprender que un “servicio” como la educación sea gratuito para un sector económicamente desfavorecido. A la burguesía poco le importa el bienestar que trae a la sociedad este tipo de políticas públicas y sólo busca la desaparición de las mismas para obtener beneficios egoístas.
Con la desaparición de la educación pública viene el adelgazamiento de la estructura gubernamental y por lo tanto la disminución (aún más) de los pocos impuestos que pagan los capitalistas. También el eliminar a un competidor en el sector educativo les permitiría privatizar por completo la educación y lucrar a sus anchas. Finalmente teniendo el control absoluto de los planes de estudio podrían frenar el desarrollo de una conciencia de clase que sería amenazante para aquellos en el poder. El burgués no ve una nación llena de personas con derecho a la educación, ve clientes potenciales que pagarán por un servicio.
Por todo lo anterior es necesario entender que la resistencia que ha opuesto el movimiento magisterial en México es parte de un reclamo, sí para preservar los derechos laborales conquistados con esfuerzo, pero también para darles una mejor atención a los alumnos de todos los niveles socioeconómicos, lo cual será necesario si queremos una educación que evite el derrumbe cultural.
En un acuerdo de evaluación publicado a principios del mes de marzo queda de manifiesto una derogación de la anterior metodología de evaluación de los alumnos en varios rubros, sin embargo la mayoría de la reforma educativa del 2013 sigue vigente en la “Ley General del Servicio Profesional Docente” que es la piedra angular de este conflicto social. Lo que beneficia por un lado pega a otros sectores, esto desgasta la lucha entre sus propios actores, y conduce a que el docente no encuentre eco en su unidad sindical, este ente tan dañado por estas modificaciones que aluden a mejorar su situación, pero que son solo una ilusión, ya que sus demandas siguen sin ser cubiertas.
No somos ingenuos y sabemos perfectamente que mientras el poder siga en las manos de la clase burguesa cualquier derecho obtenido puede ser arrebatado, continúan habiendo términos filtrados desde una perspectiva empresarial, neoliberal y mercantilista, pero esos derechos se obtuvieron luchando y luchando pueden volver a conseguirse.
Por Patricia Prado / Colectivo Dení Prieto Stock
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