En la serie de ‘El juego del calamar’ resaltan muchísimos elementos importantes en alusión al sistema capitalista y patriarcal.
Comienza con un personaje que en un inicio es hasta detestable, un vividor gastando el dinero de la madre en apuestas, siendo un padre ausente con el pretexto de no tener dinero para hacerle regalos a la hija, la perfecta idea de ‘el pobre es pobre porque quiere’.
Lo interesante es cuando aparece el hombre que pareciera tener una solución a sus problemas, dándole una ‘oportunidad fácil’ de ganar dinero, en donde lo humilla al cachetearlo por no tener como pagar, pero también donde se ve la falsa ilusión de la ganancia después de ganar poco después de muchos golpes.
Una vez dentro del juego, se ve la idea de entrar de forma ‘voluntaria’, con esta idea de ganar ‘jugando’ que pareciera muy sencilla, recordando juegos del pasado que con ingenuidad se aceptan por la ganancia final (que ni siquiera quedaba clara), y viene la opción de elegir quedarse o irse, pero permanecen, hasta después del primer juego en donde son asesinados por no acatar las reglas.
Posteriormente viene un capítulo llamado ‘infierno’, en donde pasan las dificultades de los personajes fuera del juego, donde la pasan mal por las deudas y los problemas que éstas les ocasionan, aludiendo a qué el infierno no parecía estar dentro, sino fuera…en su realidad. Después de todo…¿Qué más podían perder?
Después vemos la competencia entre las y los participantes, la falsa elección de libertad para entrar, permanecer y salir del juego, en donde las mayorías parecen mandar, pero también quedan cegados por el dinero; incluso donde se ve la imagen de la mujer débil, sacrificada, despechada y que siempre pierde.
Esa falsa libertad de estar adentro jugándose la vida eligiendo a un equipo para vivir o morir, donde puedes traicionar o hacer alianza no parece distar mucho de la realidad, en donde incluso a la educación se le denomina ‘por competencias’, como si no fuéramos competentes por el simple hecho de pensar/hacer. Y qué decir de los trabajos, en donde si llegas un minuto tarde ya te descuentan el día, pero no puedes salir a tu hora porque ‘te urge irte’ y eres un desobligado.
¿Será que por estos elementos y vivencias diarias la serie ha impactado en la sociedad?
¿Será que estamos inmersos e inmersas en un sistema en donde no hay mucho de donde elegir?
¿Será que al inicio en algún punto deseamos ser participantes, pero luego caímos en cuenta de que no era sano estar ahí…o tal vez si?

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