Por: Cristian Jiménez Machorro/ @CuentistaDePue
El presente escrito lo presento a través de mi experiencia como periodista para somoselmedio, pagina web de noticias independientes autogestiva, la cual no recibe financiamiento de ninguna parte y por la cual no recibo sueldo alguno, sin embargo, esto no significa que no exista una gratificación: la certeza de colaborar con un medio que busca acercar lo que pasa a todas las noticias, sin necesidad de ver en ello una mercancía.
La colaboración con Somoselmedio nació en abril de 2021, cuando en busca de un servicio social que fuese de acuerdo con los ideales que he seguido noté este en la lista ofertada por la universidad y si bien, no soy periodista a través de la formación académica (pues en lo particular, esta es la de un historiador), la apertura del espacio me llevó a aprender a escribir notas periodísticas, pero sobre todo a trabajar en el campo, conocer las múltiples realidades que existen en el estado de Puebla y en el propio país.
El 2022 abrió con la trágica noticia de los asesinatos en contra de Lourdes Maldonado, Margarito Martínez y José Luis Gamboa, sin embargo ¿qué es lo que origina estos hechos? A través de la propia historia reciente de México, hemos visto diversos asesinatos a periodistas, siendo uno de los más significativos del siglo pasado el de Manuel Buendía, periodista mexicano asesinado en 1984 por parte del gobierno mexicano, hasta el propio asesinato de Javier Valdez, a manos del cartel de Sinaloa.
La realidad de un periodista se resume múltiples veces en dos momentos, el momento de presenciar los hechos y el momento de escribirlos, en ambos casos, se corre un serio peligro, pues mientras que en el momento de presenciar, vives los mismos peligros que te encuentras reportando; en el momento de plasmarlo, escribir o elaborar información, se enfrentan los peligros de atentar en contra de aquello que el poderoso quiere hacer, de aquello con lo cual se busca comerciar y sobre todo, de aquello que el dominante no quiere mostrar.
Personalmente, en más de una ocasión, he visto el miedo en los ojos de compañeros de profesión, mientras me encontraba reportando un caso de migrantes en la ciudad, una compañera reportera perteneciente al periódico “Sol de Puebla”, me pidió que la acompañara hasta que llegara un transporte seguro, pues el simple hecho de estar ahí recabando información se termina volviendo peligroso para la integridad del reportero, a pesar de encontrarse en una zona popular, en la cual tradicionalmente la falta de policía es habitual, ahora se encontraban un grupo de policías, con armas de alto calibre pasando al frente de mi y de los distintos compañeros que ahí nos encontrábamos.
En otra ocasión que me tocó reportar directamente, fue la detención de un comunicador social, por parte de policías municipales en Juan C. Bonilla, en Puebla, supuestamente por que se trataba de un “protocolo para evitar el linchamiento”, cuando el se encontraba reportando los estragos que había dejado un grupo de choque, que recibía el apoyo del presidente municipal.
Si podemos percatarnos de algo, en el caso de Buendía, así como en los casos que he propuesto aquí a través de mi experiencia es que la represión en contra de los informadores, muchas veces esta viene de parte de las clases políticas dominantes, que, en busca de conservar una hegemonía, recurren a la cohesión de aquellos sectores que resultan incomodos para que ostenten su poder estructural.
Mientras que los periodistas que son fieles al régimen y que son fieles a las clases dominantes reciben sueldos millonarios, habitan en casas de lujo e inclusive se relacionan al interior de la política “democrática” que representa el estado, los periodistas de abajo terminamos siendo perseguidos, violentados e incluso asesinados, por que si bien, es necesario hacer ver la existencia de un problema en contra de los periodistas y sus asesinatos, también hay que ser conscientes de la existencia de las contradicciones que distinguen plenamente al capital, las cuales vemos marcadas en todo lugar de la vida, hay una desigualdad inmensa entre aquellos que funcionan plenamente como aparatos ideológicos del estado y, aquellos que buscamos tener una voz libre, la propia posición desde la cual elaboramos una actividad, también se termina convirtiendo en una sentencia de muerte.
Si alguna vez el periodista polaco Ryszard Kapuscinski mencionaba justamente que “Los cínicos no sirven para este oficio” era relacionado a la idea del cinismo que existe en venderse como periodista para actuar con aquellos enemigos del proletariado, para actuar adormeciendo a los compañeros trabajadores y colaborar en la sumisión que busca fomentar el sistema del capital.
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