Por Irma Aguire / Colectivo José Martí
El día de hoy 2 de octubre se cumplen 47 años de la matanza en Tlatelolco y en todo el país estudiantes y pueblo en general recuerdan de diversas formas lo acontecido aquel 2 de octubre de 1968. Hemos repetido desde ese día hasta hoy que 2 de octubre no se olvida. Pero habría que preguntarnos si en realidad no se olvida. O cuantas veces lo hemos olvidado y perdonado.
Y es que en aquellos tiempos como en los que vivimos actualmente el Estado mexicano hizo lo que hizo simplemente porque podía hacerlo. Mostró como lo ha hecho a lo largo de la historia su fuerza, su autoridad y su característica indisoluble de ser un aparato represivo a servicio de los dueños del país.
A 47 años debemos preguntarnos si el pliego petitorio presentado en aquellos tiempos a las autoridades gubernamentales por parte del movimiento estudiantil significaba verdaderamente un riesgo a los intereses de los poderosos. Habría que reflexionar hoy si tales exigencias merecían siquiera una gota de sangre de cualquiera de los estudiantes mexicanos que se congregaron aquella tarde en la plaza de las “tres culturas”.
El pliego petitorio era el siguiente:
1.-Libertad a los presos políticos
2.-Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal. (Instituían el delito de disolución social y sirvieron de instrumento jurídico para la agresión sufrida por los estudiantes)
3.-Desaparición del Cuerpo de Granaderos
4.-Destitución de los jefes policíacos
5.-Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto
6.-Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.
¿Por qué la masacre?
¿Por qué la saña?
Porque así son los de arriba. Los mismos de siempre. Su gozo con el sufrimiento y la muerte de los de abajo no tiene descripción ni argumento verdadero.
Lamentablemente los héroes verdaderos del 68 murieron en Tlatelolco o los días posteriores al dos de octubre. Y una bola de vividores ha disfrutado de aquellas muertes hasta el hartazgo y durante muchas generaciones han permanecido en el poder público ganando millones de pesos por cada uno de sus compañeros masacrados aquel día de octubre.
Hace unos días en la plaza principal de Tepic nos congregamos hombres y mujeres, niños y ancianos para conmemorar el primer año del ataque realizado por el Estado en contra de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa. En dicho evento los oradores realizaron en diversos momentos un recuento de los agravios sangrientos de los cuales el pueblo de México ha sido víctima y todos los listados de las masacres memorables de nuestra historia reciente recordaban el 2 de octubre de 1968. Por eso en este momento de reflexión es conveniente preguntarnos ¿Cómo es posible que si no perdonamos y no olvidamos la masacre de Tlatelolco hayan ocurrido otras tragedias, masacres y asesinatos a lo largo de estos 47 años?
El jueves de Corpus, la Guerra sucia, Acteal, Aguas Blancas, Pasta de Conchos, Atenco, la Guardería ABC, Tlatlaya, San Fernando, y una larga lista de hechos que tienen nombre y otros que por desconocerlos no hemos podido llegar a nombrarlos. Debemos preguntarnos como permitimos que sucediera lo que paso en Ayotzinapa sin haber perdonado, ni olvidado lo que paso en Tlatelolco.
Para quienes militamos en la Juventud Comunista de México estamos convencidos de que el 2 de octubre no se olvida, y debería de ir acompañado de no olvidar tampoco que quienes perpetraron la masacre en Tlatelolco son los mismos que asesinaron y desaparecieron a los normalista de Ayotzinapa, son los mismos que nos explotan, despojan, desprecian y reprimen desde hace más de 47 años.
Hace unos años la Juventud Comunista de México realizó un acto de protesta y de denuncia en la sede estatal de PRI ante la represión acontecida en San Salvador Atenco. Ahí un puñado de jóvenes comunistas les dijimos a los priistas que eran unos asesinos, culpándolos de la muerte de los jóvenes Alexis Benhumea y José Luis Cortes, quienes murieron a consecuencia de la represión del gobierno de Fox y del ahora Presidente Peña Nieto. Desde una de las ventanas, un personaje que bien representa al priísmo nayarita, le apodan el Mono, nos gritó desaforadamente: Provocadores. Hace unos días este mismo personaje dijo que los que no habían ido a ver al Gobernador decir el grito de independencia eran unos traidores a la patria que bien merecían morir.
Hoy, convencidos estamos que para no olvidar ni perdonar el dos de octubre necesariamente tiene que pasar con el no perdonar y no olvidar a quienes son los asesinos de siempre. Nosotros no somos provocadores. Quienes están provocando al pueblo son los que asesinan, desaparecen, secuestran, golpean y asustan a nuestro pueblo. Y un día no muy lejano el pueblo cobrará cada uno de los agravios y de las muertes de los mejores de sus hijos.
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