Por José Daniel Almaraz – Colectivo La Comuna / Zacatecas.

Desde que México se constituyó como una nación independiente el Ejército Mexicano se ha desempeñado como un actor importante en su desarrollo nacional, desgraciadamente la mayoría de las veces este pacto entre la esfera militar y la política no ha resultado bien para la clase trabajadora, la influencia militar en las decisiones nodales del país no es un tema del pasado, hoy día dicha presencia crece.

Se podría hablar largamente de los orígenes de este pacto, o de sus diferentes actuaciones en épocas pasadas, así como sus páginas doradas como defensores de la soberanía nacional ante invasiones extranjeras, sin embargo también existen muchas páginas mucho menos luminosas de la institución castrense, se trata de un papel mucho menos conocido, el oscuro y vergonzante: como cómplices internos de la degradación nacional, nos referimos en primera instancia a las últimas décadas del siglo XX cuando las armas de los soldados dejaron de preocuparse por los enemigos externos y pusieron su atención sobre los “internos” fue entonces cuando los capítulos más negros de la historia militar nacional se escribieron pero ciertamente el actual Ejército Nacional no se ha reformado o purgado de una manera significativa, (mucho menos se ha hecho justicia) por lo que es cuando menos necesario que nos cuestionemos si es conveniente que esta institución se involucren más y más en asuntos que quedan fuera de su competencia.

El Ejército Mexicano se configuró como un ente guardián de la “seguridad interna” desde la presidencia de Adolfo Lopez Mateos, no en balde fue durante su administración que se asesinó cobardemente al líder agrario, ex-guerrillero amnistiado, Rubén Jaramillo junto a su esposa embarazada y varios de sus hijos en mayo de 1962. El suceso no hacía más que presagiar las deshonrosa participación de los militares en las matanzas de Tlatelolco en 1968, el Jueves de Corpus o “el Halconazo” en el 71 y la criminal Guerra Sucia contra las guerrillas mexicanas, donde no se respetaron ni las más elementales y básicas leyes de la guerra, el enorme flagelo de las desapariciones forzadas comenzó en esta etapa, perpetrados por las instituciones policíacas y militares.

Nos encantaría decir que todo esto no representa ya más que dolorosas anécdotas, sin embargo, la Guerra Sucia no terminó en los 70, durante la década de los 90 aparecieron nuevos grupos rebeldes contra los que el Ejército desencadenó de nuevo toda su saña, recordamos los 12 días de guerra contra el EZLN, la posterior guerra de baja intensidad en Chiapas (que continúa hasta hoy), luego del cese al fuego, las infames masacres de Aguas Blancas, (recordemos que la policía lleva décadas militarizada en Guerrero), el Charco, y Acteal, esta última perpetrada por paramilitares entrenados, tolerados y cobijados por el Ejército, como parte de su estrategia anti-insurgente en Chiapas, las desapariciones forzadas también continuaron.

Por si eso fuese poco debemos recordar los recientes años de la fallida Guerra contra el Narco, en donde igual que las cruzadas hipócritas y puritanas de nuestro vecino del norte, comenzaron con un motivo político, se utilizó el tema de las drogas para apuntalar la legitimidad del cuestionado vencedor de las elecciones en el 2006.

La actuación del Ejército Mexicano en dicha guerra reflejó su formación anti insurreccional, las detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, estos “métodos” se aplicaron de manera generalizada contra los civiles sin mayores pruebas de su culpabilidad, el espurio gobernante en turno calificó las muertes como “daños colaterales” aun hoy ni el menor atisbo de remordimiento se deja ver en sus declaraciones.

El golpeteo “estratégico” hacia los mandos de las organizaciones criminales produjo su fragmentación, pero estas no desaparecieron, ni disminuyeron sus dominios, la violencia solo se desbordó, el problema del narco se convirtió en el problema principal del país, temas como la pobreza, el desempleo y la desigualdad pasaron a segundo plano.

En el 2012 con Peña Nieto el asunto no se modificó demasiado, pero en la actual administración se prometió una transición ordenada hacia la paz, sin embargo y aunque el enfoque militar se ha modificado un poco, (el Ejército dejó de lanzarse activamente y sobre todo y todos a la caza de jefes del narco) lo cierto es que no se encuentra a la vista una verdadera conclusión de esta sangría, con el asunto del Covid los reflectores dejaron un poco de lado el problema del narco, pero las cifras de muertes violentas no deja de crecer y los carteles no han desaparecido.

De hecho se creó otra institución militarizada para asumir funciones de seguridad, la Guardia Nacional, se supone debe reemplazar al Ejército en funciones de seguridad para el 2024, pero una buena parte de sus efectivos vienen de la institución castrense.

El pacto de la fuerza castrense con el poder no se ha disuelto en lo más mínimo, al contrario, ha ganado terreno en diversos rubros en los que no tendría porqué estar relacionado, malas noticias para la derecha más reaccionaria y lerda, a la que le brillan los ojos con la idea de un Golpe de Estado, aunque no sepan muy bien qué significa, el Ejército Mexicano no necesita dar un golpe, se encuentra cómodo en el actual modelo. 

Administrando aduanas y puertos, construyendo aeropuertos, bancos, deteniendo migrantes  y con una aparente garantía de impunidad ante los abusos como lo demostró el caso Cienfuegos. Mientras tanto políticos, policías y militares asumen el asunto de seguridad también como un negocio, cuando los políticos tratan el tema de la seguridad, venden la idea de que entre más gasten más seguros estaremos, lo cual se ha demostrado que es falso, además es otra caja chica para que mandos policiales, militares y políticos hagan negocio, desviando recursos comprando a sus propios contactos pero también afianzando poder territorial que comparten y disputan con los carteles.

Aunado a  esto y porque no puedo dejarlo pasar es preocupante la nula importancia de temas trascendentales como este en las campañas electorales que además se trata de un asunto complejo que muy pocas veces se trata críticamente, la premisa del gobierno morenista era correcta, la violencia no va a terminar solo mediante el uso de fuerza, pero todos sus programas se han quedado cortos para enfrentar el verdadero problema, la falta de oportunidades entre los sectores más desprotegidos, además no se ha transitado hacia un eficiente sistema de justicia, tampoco se combaten con la severidad requerida los abusos de la autoridad militar. 

En estas elecciones abundan los partidos viejos y nuevos, abundan las alianzas de archienemigos no importan colores, valores ni la supuesta ideología que antes los separaba, abunda la confrontación fácil armada de frases hechas, sin embargo los políticos han demostrado que no les interesa nada genuinamente, todo es una arma arrojadiza para echarle en cara a sus contrincantes sus faltas de tacto, de escrúpulos, de transparencia, la proliferación de la corrupción (ajena siempre ajena) y sin embargo ante un contexto tan difícil para México, con problemas tan mayúsculos como la inseguridad y la pandemia, los políticos se deshacen en campañas ridículas y humillantes, para ellos, para su equipo y para la sociedad, claro es gracioso verlos un rato revolcarse en sus patéticos baños de pueblo, pero recuerden que al final ellos reirán más fuerte.

MORENA en casi todos lados ha traicionado a sus bases reciclando a verdaderos ejemplos de la partidocracia rancia pueril y corrupta, una vez más queda al descubierto que los partidos electoreros no son el puente de la sociedad con la democracia, como a menudo se afirma, son los institutos usurpadores de la voluntad popular, no representan a nadie, usurpan,  más que a sus propios intereses mezquinos y a los de sus patrones, nacionales o extranjeros, y lo único que les importa es enriquecerse de una forma u otra.

Votar o no votar es una discusión agotada, de nada nos servirá asumir posturas puristas si con ello dejamos que nos ignoren cómodamente, aunque igualmente ha quedado demostrado una vez más lo poco fiables de los procesos “democráticos” no por que no se cuenten los votos religiosamente, sino porque no existe una verdadera opción de elegir algo digno, algo o alguien que represente políticas diferentes, desde las instituciones burguesas como lo son los partidos electoreros, solo una verdadera organización popular de peso y que mantenga sus coherencia ideológica frente a las lógicas electoreras podría lograr una transformación digna de compararse con las revoluciones que han sacudido a este país. 

Enlaces externos

https://www.wola.org/es/analisis/mexico-militarizado-la-guerra-se-perdio-pero-la-paz-no-llega/

https://www.facebook.com/sviolenciaypaz/videos/869524707111168

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